Editorial en ABC, 10/6/2011
Socialistas y populares vascos vuelven a reconocerse como los aliados naturales del autonomismo y del constitucionalismo, frente a las propuestas de radicalismo abertzalede Bildu y de juego doble del PNV.
EL entendimiento entre PSE y PP que dio a Patxi López la presidencia del Gobierno vasco ha superado, por ahora, las turbulencias de la legalización de Bildu y de las tentaciones poselectorales de acuerdos entre los socialistas y esta coalición a la que el Tribunal Supremo calificó como instrumento político de ETA. El TC no lo vio así y autorizó su concurrencia a las elecciones. Una vez que las posiciones se han decantado, socialistas y populares vascos vuelven a reconocerse como los aliados naturales del autonomismo y del constitucionalismo, frente a las propuestas de radicalismo abertzalede Bildu y de juego doble del PNV. Este ha vuelto a su cínica equidistancia entre «frentes», como si hubiera equivalencia entre las víctimas de ETA y los nuevos peones del entramado batasuno. La mejor respuesta de socialistas y populares ha sido su compromiso de apoyo recíproco en ayuntamientos y diputaciones. La ratificación de este consenso era ahora más necesaria que nunca ante la más que asegurada embestida que va a protagonizar el nacionalismo vasco, en el que las disensiones sobre el liderazgo interno conviven con la solidaridad fraternal frente a los constitucionalistas. Pero es preciso que los socialistas aprendan del coste que hay que pagar cada vez que se equivocan de análisis sobre las intenciones reales de ETA y su entorno. Los mensajes favorables a Bildu cuando pendían los procesos ante el Supremo y el TC confundieron a muchos electores, que perdieron las referencias de quién es víctima y quién es ETA. Mirar al futuro no exige incurrir en amnesia.
Por eso, el apoyo recíproco que han ratificado PP y PSE debe mantenerse firme porque el PNV ha vuelto a ser desleal no sumándose a la unidad democrática, porque Bildu representa los intereses de ETA en las instituciones y porque ETA no ha anunciado la entrega incondicional de las armas. La ausencia de atentados no debería inducir a error sobre el verdadero y dramático alcance de la situación política creada tras el 22-M.
Desgraciadamente, todo tiene su reverso. Las bondades del acuerdo en el País Vasco quedarán arruinadas en buena medida si no tienen continuidad en Navarra, donde la ambigüedad de los socialistas hacia el apoyo que podrían recibir de Bildu está contradiciendo el definitivo rechazo de sus colegas vascos hacia esta coalición. Navarra no necesita menos unidad democrática que el País Vasco, ETA y sus acólitos son iguales en un sitio u otro.
Editorial en ABC, 10/6/2011