Jorge Sáinz-Vozpópuli

La candidatura de Nadia Calviño a presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI), con sede en Luxemburgo, ha dado sentido a todo. Por fin entendemos la extraña implicación de la vicepresidenta económica en la campaña del 23-J, participando como una más sin ser del PSOE ni figurar en las listas. El peaje que Pedro Sánchez hizo pagar a Calviño por su futuro en el BEI fueron las elecciones.

Mientras Pedro Sánchez busca los votos que necesita para su investidura en Waterloo, Calviño se cobra el precio de su apoyo al presidente. La vicepresidenta tiene a tiro su ansiado cargo en un organismo internacional. Palmó la presidencia del Eurogrupo, lanzó sin éxito globos sonda para la OCDE y mira ahora hacia el BEI; que es una gran puerta de entrada al Banco Central Europeo (BCE).

Calviño anunció en junio que el Gobierno de España presentaría un candidato a la presidencia del BEI para sustituir al alemán Wener Hoyer. Pero se descartó a sí misma: “Estoy absolutamente comprometida con el proyecto que lidera Pedro Sánchez (…) España tiene personas con un extraordinario talento y, por supuesto, presentaremos en tiempo y forma a un candidato óptimo para presidir el Banco Europeo de Inversiones».

La ministra de Economía estaba sondeando sus opciones. Es lo que hacen los 27 de manera informal en los periodos de elección. El proceso culminará a finales de año, por eso Calviño dice que estará en el Gobierno hasta enero.

Nadia Calviño se va; llega el ajuste

Pero, de facto, ya se ha ido. Si ha dado el paso, es porque España tiene bien atada la presidencia (unos 350.000 euros al año para ella). Es verdad que el Gobierno de Sánchez acumula reveses internacionales de cierta relevancia. Calviño fue víctima de uno de ellos con la presidencia del Eurogrupo, que La Moncloa vendió como un hecho consumado por la influencia internacional de Sánchez pero acabó en una derrota humillante.

Dando por hecho que se ha aprendido de los errores, el Gobierno ha medido bien sus opciones para no dañar a una figura como Calviño. La vicepresidenta se enfrenta a dos rivales conocidos y de peso: la comisaria de Competencia, la danesa Margrethe Vestager; y el ex ministro de Finanzas de Draghi, el italiano Daniele Franco.

A Sánchez lo daban por amortizado en Bruselas desde hace tiempo, pero el presidente ha demostrado a sus colegas lo que es la resistencia. Y ahora quiere cobrarse la pieza. Calviño lo tiene bien. Westager es de la familia liberal, como el presidente saliente del BEI; así que es complicado para ella. En cuanto a Franco, se entiende que viene a representar el ala del PP europeo; Calviño, la de los socialistas y progresistas. Les toca a estos últimos, porque Europa funciona con un pacto de los tres y hay que mantener los equilibrios ahora que la legislatura toca a su fin.

La presidencia del BEI le da a España influencia en las instituciones y a Calviño, poder. El poder de mirar al BCE o a algún cargo relevante en la futura Comisión Europea que salga de las urnas tras las elecciones del 2024. La ambiciosa Calviño no se detendrá en el BEI. Hay otras opciones en la mesa. El BEI es una pica en Flandes.

 

A Sánchez le obliga a buscar un nuevo responsable de Economía. No lo tendrá fácil. Llega la hora del ajuste y las autovías de peaje. La barra libre de los fondos europeos toca a su fin. Tenemos un año más. Luego llegarán los hombres de negro. Y esa historia ya sabemos cómo acaba.