Eduardo Uriarte-Editores
Mientras Feijóo se mueve en el ámbito de la política nacional como un pulpo en un garaje, ahora dice que hay que buscar un encaje de Cataluña en España cuando el problema no es Cataluña, con su nacionalismo en mengua electoral, sino Sánchez, el procés ya está aquí. Llega victorioso, su primera victoria – el primer plato dice Carreras, tras el entremés, que digo yo, de los idiomas propuestos por los nacionalistas en el Congreso- trayendo a debatir una precipitada ley de amnistía cuando todos los que hemos tenido que ver algo en política sabemos que es inconstitucional.
Me van a perdonar esta pequeña apología de la manera de ser vasco. Cuando decimos una cosa, es eso, no lo complicamos ni lo adulteramos. Tanto Ibarretxe en su día, como Urkullu ahora, han planteado propuestas inconstitucionales, quizás con descaro, pero es de agradecer su claridad. No digamos ya lo que dice Otegi, hecho todo un estadista gracias al trato de favor que la Moncloa le ha dado, reclamando la independencia no sólo para Euskal Herria sur sino para los territorios franceses, lugar, la Republique, que le van a mandar a hacer puñetas, porque desde la Tercera República Francia es una república comme il faut. Porque lo que pase en España, que ha sido un desastre hasta estos años pasados resultado de la Transición que queréis destrozar, les importa poco a los franceses. Filón de odios románticos violentos para gusto de Mérimée, pero la République est Sacrée, no hay partido en la actual crisis política francesa, que comparada con la gravedad de la nuestra es un chiste, que ponga en entredicho su unidad nacional.
Sánchez, que no sabe lo que es una nación, le basta con conocer los mecanismos y trampas para alcanzar el poder empollados desde su más tierna infancia en las Juventudes Socialistas. Desconoce el republicanismo, que no significa degollar reyes -aquello fue un grave accidente – sino el gobierno de las leyes, donde la democracia puede ejercerse por el marco que ofrece la justicia y los contrapoderes (que el sanchismo se los está apropiando), del Estado. El republicanismo británico hizo posible la Restauración, Burke llamaba a entrar en el Parlamento como un lugar para el encuentro, el republicanismo buscaba la armonía en el seno de la libertad individual, lo que le hace imprescindible para, junto al liberalismo, hacer real la democracia. Por el contrario, cuando se exalta la democracia, la desjudicialización, la capacidad de la política como justificación de la acción, estamos asistiendo al prólogo del golpe de estado, a la hegemonía del pensamiento de Carl Schmitt que entronizaba la acción del poder como única fuente de legitimidad. Y así llegó el nazismo.
Es tan burda la maniobra del sanchismo en mutar la legalidad que prefiero la recia, incluso brutal, sinceridad de los nacionalistas vascos que la tortuosa vía del engaño hacia un proceso destituyente de la convivencia del 78, que por su naturaleza oportunista desembocará en caos. Caos que hemos repetido muchas veces en nuestro pasado, desde antes de Pavía y el cantonalismo, para regocijo de nuestros vecinos republicanos del norte que nos mirarán con sus primaticos y su enfermizo desprecio. Desprecio merecido, a los sones vibrantes de Carmen. Para evitar eso, el caos, el constituyente del 78 impidió la amnistía y la autodeterminación, sin embargo, resultado de la buena voluntad surgida entre los partidos en el 78 se olvidó de coger prestado de la Constitución alemana la democracia militante. A ver si a la siguiente…