Aunque parece improbable que vaya a resultar investido presidente del Gobierno esta semana, Alberto Núñez Feijóo ha recibido un importante espaldarazo a su proyecto político con la asistencia masiva al acto convocado contra la futura amnistía a los condenados del procés.
Las más de 60.000 personas que el PP calcula que ha reunido este domingo en Madrid (40.000 según Delegación del Gobierno) han desbordado ampliamente las expectativas de 10.000 asistentes que manejaba el partido. No sólo es su mitin más exitoso en tres décadas, sino probablemente el acto convocado por un único partido político más multitudinario de los últimos años.
La variopinta y populosa muchedumbre que se ha agolpado en las inmediaciones de la plaza Felipe II contrasta con las cada vez más tímidas multitudes que Pedro Sánchez es capaz de convocar en unos actos recluidos en espacios de aforo tasado para su propia parroquia. Mismamente, la Fiesta de la Rosa celebrada simultáneamente en Gavá, en la que el presidente ha evitado una vez más pronunciar la palabra amnistía.
Se ha evidenciado así que el PP posee una capacidad de convocatoria con la que el PSOE ni remotamente cuenta. Fundamentalmente, porque tampoco tiene un motivo. Los populares pueden presumir de una causa que defender, mientras que los socialistas sólo pueden aspirar a velar con subterfugios eufemísticos los sonrojantes peajes de la investidura de su líder.
Pero el PP no sólo ha demostrado su poder de movilización en una calle que le da la espalda a Sánchez. También ha exhibido que es el único agente político con el músculo orgánico y la solvencia organizativa necesarios para aglutinar a la derecha social.
Génova ha conseguido con sus solas fuerzas una movilización mayor de la que se logró en la famosa foto de Colón y en el resto de actos de protesta a los que ha concurrido con otros partidos. Lo cual no hace sino probar una vez más el carácter de estorbo de Vox para congregar amplias mayorías cívicas.
Al fin y al cabo, el evento de Felipe II ha servido también como alarde del poder territorial e institucional del PP, con centenares de alcaldes, presidentes de diputación y concejales presentes, que representan a la inmensa mayoría de ellos. También han acudido a arropar a Feijóo todos sus barones, regidores de once de las diecisiete Comunidades Autónomas. Mientras, el único presidente socialista que gobierna una autonomía con mayoría absoluta se ha significado en contra de la amnistía que Sánchez prepara.
El contraste es también notorio con un PSOE sumido en la parálisis y la discordia. El simbolismo de un Feijóo rodeado de los dos expresidentes populares del Gobierno pretende contrarrestar la brecha entre la actual jefatura socialista y el «PSOE de ayer» representado por González y Guerra.
Al añadirle el encuadre armónico de Isabel Díaz Ayuso con Feijóo, Génova ha querido dejar claro que la unidad dentro del partido y la cohesión interna son totales. Y desarmar así el argumentario con el que Sánchez insiste en destacar que «lo que se rompe no es España, es el PP».
Cabe decir que el PP atesora a día de hoy todas las ventajas que le faltan al PSOE, a excepción de las condiciones favorables para llegar a la presidencia. Con el acto contra la amnistía logra al menos reequilibrar las fuerzas en el ámbito mediático, pese a que Moncloa disponga del control de los medios públicos y de muchos privados que dependen de sus favores.
Una situación como esta bastaría en cualquier otro país democrático para hacer reflexionar al presidente del Gobierno y corregir el rumbo, explorando alguna clase de acuerdo con una oposición capaz de capitalizar el descontento hacia la ruta política del Ejecutivo. Pero lamentablemente Sánchez parece decidido a seguir su camino suicida.