TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • Ayer exhibió todo su repertorio, visto tantas veces en las homilías del Covid, para vender la moto redentorista

Cuando Sánchez pone el tono ése de vendedor de enciclopedias dispuesto a camelar a un pobre desgraciado asegurándole que comprar esos 27 volúmenes dará un futuro mejor a sus hijos… ya sabes lo que viene después. A Sánchez basta oírle apenas dos o tres frases, en momentos como ayer, para intuir sin error la clase de milonga que va a colocarte. Nadie, de hecho, puede sostener que el presidente le haya engañado ahora o el 23 J. Sánchez no engaña absolutamente a nadie. Y esa es la cruda verdad, aunque resulte incómoda. Tal vez en 2014 sí, al irrumpir con el cartel de outsider, y quizá todavía en la primavera de 2016, cuando fue a la investidura con 131 apoyos y oyó 219 veces no, un balance ridículo comparado con Feijoo al que ahora acusa de asaltar el Congreso con una investidura ‘fake’ al borde los 175. En aquel momento tal vez aún podía engañar a alguien, ¿pero ahora?

Cuando Sánchez pone el tono meloso del pijoaparte de coche tuneado y gomina ligando en una discoteca suburbial con una muchacha dispuesta a todo a cambio de algunas palabras de amor… ya sabes lo que te viene. Ayer volvió a desplegar el arsenal incomparable de ese registro suyo casi beaturrón, con un cinismo seductor con el que nadie puede hacerle sombra. Aseguró que Vox será la única formación con la que no se reuniría, de puro demócrata; del mismo modo que antes garantizaba que sólo con Bildu jamás se sentaría. Claro que eso fue antes de necesitar sus votos. Ayer Sánchez reclamaba respeto por el adversario, casi implorando evitar el insulto, cuando aún hay ecos en el Congreso de Óscar Puente espetándole a Feijóo que lo suyo es «la gran familia de Fariña». Ayer Sánchez negó el referéndum porque «es contrario a lo que he defendido siempre», obviando con todo el cuajo que lo mismo ocurrió con la amnistía, los indultos o la despenalización del referéndum ilegal. Como tantas otras cosas. ¿De verdad alguien puede sostener que Sánchez le ha engañado?

Cuando Sánchez pone ese tono de profeta de una secta seudoreligiosa vendiendo pasaportes para la vida eterna, puedes darte por encalomado. Ahora se ofrece como profeta de la concordia de los pueblos de España, como mesías del reencuentro, mientras le abarata a quienes aseguran que lo volverán a hacer que puedan volver a hacerlo. Claro que mentirá –amnistía, consulta o lo que encarte– y realmente es muy bueno haciéndolo. El camaleón proteico seguirá mudando en función de la necesidad del momento, a rojo si se tercia, a naranja si urge moderarse, a morado si conviene polemizar más el partido, transformándose según el color del poder, que es su único instinto. Ayer ya exhibió todo su repertorio, visto tantas veces en las homilías del Covid, para vender la moto redentorista. No dudará siquiera en pagar siete escaños al precio de una amnistía que desacredita el estado de Derecho. Pero nadie podrá decir que le ha engañado, ni los once millones que lo apoyaron ni los once millones que no. Nadie.