Miquel Giménez-Vozpópuli

De la funesta pero ejemplificante investidura de Sánchez hemos podido sacar algunas conclusiones, lo que siempre es bueno. Podríamos citar muchas pero hay una que me parece reveladora. Acudiendo al refranero, siempre tan contradictorio y sabio, Sánchez es entre las gallinas, gallo, y entre los gallos, gallina. Hablando en plata, Sánchez es un cobardica y, por seguir con las volátiles, es cobarde, sardina, capitán de la gallina.

Decimos esto porque toda la chulería, el menosprecio, el matonismo de billares y la estomagante dosis de narcisismo del andoba que empleó con PP y VOX se esfumaron por arte de magia cuando les tocó intervenir a los voceros de Junts, Esquerra y Bildu. Trocóse el gallito en mansa y dócil gallina frente a la perpetuamente hiperventilada Miriam Nogueras, portavoz de Puigdemont en la tierra; arrugóse el machito alfa cuando Rufián le indicó que mirase al hemiciclo para comprobar que, si no se apoya en ellos, cae del pedestal: inclinó la cerviz ante la portavoz de los bilduetarras, aunque en este caso no podemos reprocharle sentir escalofríos al oír hablar a dicha persona.

Tenemos, pues, a un miedica instalado en la presidencia del gobierno y su miedo nos ha llevado a este punto de inflexión en la que hasta ahora había sido un democracia parlamentaria fundamentada en un estado de derecho. No le importa que esos tres socios representen una ínfima parte del conjunto de los españoles, mientras que PP y VOX tienen detrás suyo a millones de ciudadanos. El discurso frente populista le obliga a decir que él está ahí para plantar cara a la derecha, a la extrema derecha, al franquismo, al fascismo y, si a mano viene, a la ley de Boyle Mariotte que, como muchos saben, relaciona el volumen y la presión de una cantidad de gas sometida a temperatura constante.

Ese miedo a perder su puesto hace que muchos españoles que no necesitamos a delincuentes fugados, golpistas fracasados o hooligans del nueve milímetros sintamos miedo

Poco podían imaginar el irlandés, Robert Boyle, y Mariotte, francés el hombre, que siglos más tarde a Sánchez le vendría de perlas para controlar la presión del gas separatista y bilduetarra manteniendo la temperatura retórica anti derechista a la misma temperatura en toda circunstancia. Ahora bien, ese miedo a perder su puesto hace que muchos españoles que no necesitamos a delincuentes fugados, golpistas fracasados o hooligans del nueve milímetros sintamos miedo. Porque lo que puede representar esta legislatura que comienza puede ser terrorífico.

El grupo socialista batía palmas como si no hubiese un mañana porque les va en ello el sueldo y tienen miedo a perderlo

Si Sánchez sigue, y es de suponer que lo hará, manteniendo esa actitud de gallina bien podríamos encontrarnos con dos referéndums de autodeterminación, el catalán y el vasco, una amnistía para los presos etarras y quienes hayan colaborado con la banda terrorista, un cúmulo de procesos judiciales contra quienes discrepen, la ilegalización de VOX, una miseria económica como no se conocía desde la posguerra y unos medios que aclamen unánime y puercamente al líder. Si no lo creen, repasen las imágenes y verán como en la tribuna de prensa hubo quien se destrozó las manos aplaudiendo al nuevo caudillo. Quienes así proceden tienen miedo a perder las jugosas subvenciones que el gobierno reparte a la prensa afín; el grupo socialista batía palmas como si no hubiese un mañana porque les va en ello el sueldo y tienen miedo a perderlo; Sánchez, ya lo hemos dicho, tiene miedo a indisponerse con alguna de las tres columnas en las que sustenta su nefasto liderazgo.

Como verán, no hay corral para tanta gallina. Pero aquí mi pluma se detiene, porque igual unas activistas que proclaman en las redes que el gallo viola a las gallinas que fecunda me tildan de machista. Así que rectifico. Al fin y al cabo es cosa de gallos y de gallinas. Bueno, y de huevos, que también son parte del asunto.