¿Desidia o ineficacia?

Ignacio Marco-Gardoqui-EL CORREO

Los fondos europeos se establecieron en su día como el remedio imprescindible para el tratamiento de la grave enfermedad económica que causó la pandemia. Fuimos conscientes del tamaño del daño provocado en los países de la UE cuando conocimos el volumen de los fondos implicados para evitar el colapso. En una ardua negociación, Sánchez consiguió la impresionante cifra de 140.000 millones, la mitad en subvenciones a fondo perdido y la otra mitad en préstamos a tipos subvencionados. Una cifra que ha sido ampliada posteriormente con la Adenda negociada. El logro le valió los aplausos cerrados de su Consejo de ministros, en un sonrojante ejercicio de sumisión al líder. Los fondos así conseguidos iban a propiciar la recuperación de nuestra economía, la modernización de nuestro sistema productivo y un impulso decidido a la inversión necesaria para enderezar la productividad maltrecha.

¿Lo han conseguido? Hasta ahora no. ¿Por una mala definición de los objetivos? ¿Por falta de medios? No, porque tanto los materiales como los personales han sido generosamente ampliados. No han logrado sus objetivos por su escasa ejecución. Resulta inconcebible que teniendo la necesidad y disponiendo de dinero a espuertas para solucionarlas conozcamos ahora unos datos de ejecución, sencillamente lamentables. El Gobierno no ha ejecutado ni un euro del 45% de los programas de gasto a los que se habían aplicado los fondos europeos en los Presupuestos de este año. Y no ha activado 340 programas con una asignación presupuestaria global de 12.000 millones. Entre ellos, los dedicados a cosas tan importantes como el despliegue del 5G, el Kit digital o la inversión en equipos de alta tecnología para la sanidad pública. No hay explicación razonable a esto y la ofrecida -ha sido un gobierno en funciones- me parece risible. Máxime cuando han ejecutado otros varios fondos en las mismas circunstancias.

La acción de los gobiernos de Sánchez ha estado centrada desde un principio en resaltar sus perfiles ideológicos, incluso con ideas peregrinas, y siempre ha tenido problemas con la pura gestión de sus obligaciones. Si repasan los curriculums de los ministros, tanto de los actuales como de las varias docenas que se han sentado alrededor de la mesa de La Moncloa se explicaran todo. Cuando la obediencia y la fidelidad pesan más que la capacidad y la experiencia… ¡pasan estas cosas!