Un partido político no es, desde el punto de vista jurídico, una yuxtaposición de plataformas electorales. Por eso no se entiende, mi señor Zapatero, que la Fiscalía y la Abogacía traten de convencernos de que la lista electoral pueda ser ilegal en Salvatierra y vaya a misa en Rentería, parte de una estrategia terrorista en Oiartzun y un partido democrático en Andoain.
Nunca es tarde para sacudirnos de encima el lastre de los prejuicios, presidente. Un servidor nunca había llegado a concebir que un partido pudiera ser una confederación de organismos distintos en cuanto a sus principios ideológicos, su naturaleza jurídica o su imputabilidad penal, como parece suceder con ANV en opinión de su ministro de Justicia y del fiscal general del Estado, que no es de su Gobierno, pero que es como si lo fuese.
Uno no puede imaginarse un Partido Comunista marxista-leninista en Albacete, socialdemócrata en Segovia y democristiano en Orense o un PNV independentista en Guipúzcoa, autonomista en Alava y jacobino en Vizcaya, por más que el federalismo de su partido se tornasole nacionalista en Cataluña, mientras en Extremadura se hace españolista y en Euskadi, mediopensionista. La España plural y diversa, en fin.
Un partido político no es, desde el punto de vista jurídico, una yuxtaposición de plataformas electorales. Por eso no se entiende bien, mi señor Zapatero, que la Fiscalía y la Abogacía del Estado traten de convencernos ahora de que la legalidad va por barrios y que la lista electoral pueda ser ilegal en Salvatierra y vaya a misa en Rentería, formar parte de una estrategia terrorista en Oiartzun y ser un partido democrático en Andoain.
No me atrevo a pensar que vaya a quedar ilegalizada precisamente la lista que ANV-Batasuna presenta en Navarra, con el fin de que su partido y Nafarroa Bai puedan hacerse con el Gobierno autonómico en el caso, no improbable, de que la coalición UPN-PDN perdiera la mayoría absoluta.
«Navarra está muy bien donde está», decía usted el domingo con una de esas frases llamadas al cincel y al mármol, para que las futuras generaciones puedan admirar el pragmatismo geográfico de este presidente. Poca gente, en efecto, se atrevería a proponer para el viejo Reino un emplazamiento distinto del actual, al sur de Despeñaperros, pongamos por caso. Si la hubiera, también tendría una frase adecuada suya, como la tuvo Carles Francino hace ahora un año en la SER, a propósito, precisamente, de Navarra: «Sin ETA, toda opción política es posible. Esa es la grandeza de la democracia. Mi proyecto político es hacer avanzar la democracia. La voluntad popular y reglas del juego son los dos grandes principios de la democracia».
Sostiene Arcadi Espada que está usted «enfermo de literatura». Ya quisiera yo gozar de la mitad de la salud que rebosan sus metáforas, ya sea cuando escribe a sus poetas preferidos, ya cuando se dirige a los gentiles; aunque a veces, como le digo una cosa le digo la otra, sea usted difícil de entender. A lo más que uno ha llegado al oírle, presidente, es a interiorizar el ejemplo canónico de ‘quiasmo’ (una de sus figuras de dicción más recurrentes) que reproduce el DRAE: «cuando quiero llorar no lloro, y a veces lloro sin querer».
Por el quiasmo al marasmo, presidente. O al orgasmo, que viene a ser otro estadio de la confusión, pero más grato.
Santiago González, EL CORREO, 1/5/2007