IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Sánchez ha lanzado su estrategia frentista a todo trapo. Se acabaron los miramientos, las evasivas, el recato. A saco

Hay algunos aspectos de inteligencia táctica que la derecha podría aprender del sanchismo. El resultado de las elecciones generales podría haber sido distinto si tras las autonómicas de primavera el PP y Vox hubieran hecho lo mismo que el PSOE y Bildu, esto es, aplazar cualquier negociación hasta que estuviese recontado el último escrutinio, el nacional, el decisivo. En vez de eso se lanzaron a pactar en un desconcertante tira y afloja que acabó desorientando a los votantes de ambos partidos y provocó que de las urnas de julio saliese un resultado imprevisto. Los dirigentes populares y voxistas podrán alegar, con razón, que no engañaron a nadie manteniendo un compás ficticio o ambiguo pero, visto lo visto, es bastante probable que sus partidarios hubiesen preferido un proceder algo más cínico. Sobre todo porque lo que estaba en juego no eran cargos regionales sino el destino de un país que ahora está en manos de los insurrectos separatistas y de los herederos del terrorismo.

De Sánchez no cabía esperar más que lo que ha hecho. A estas alturas resulta un esfuerzo melancólico reprocharle mentiras y fingimiento; es su naturaleza, su instinto, su ser verdadero. De hecho, el único rasgo estable de su estilo político consiste en la falta de respeto por las reglas de juego, el convencimiento de que los medios justifican el fin y el fin disculpa cualquier medio. Ningún ciudadano con cierta información pudo creer que Otegi respaldaría la investidura del presidente sin exigir ningún precio. El que acabamos de ver, la Alcaldía de Pamplona, es sólo la primera factura de un acuerdo estipulado en silencio; poco a poco se irá conociendo el resto y los españoles entenderemos las razones del secreto cuando al desvelarse nos corra un escalofrío de rabia por el cuerpo. Si a alguien le gusta apostar y encuentra a algún ingenuo dispuesto a defender aún la honorabilidad del Gobierno, que apueste a que no se tratará sólo de los presos. Tiempo al tiempo.

Lo que sí queda ya diáfano es el propósito gubernamental de ir a saco, de abordar su estrategia frentista a calzón quitado para normalizarla cuanto antes y dejar claras las bases del mandato. Si hay que entrevistarse con Puigdemont, habrá entrevista; si hay que ir a por los jueces, se irá al asalto; si hay que aprobar la amnistía a martillazos, se usarán los martillos que sean necesarios. Y si es menester replicar en Euskadi el acuerdo navarro, que se vaya preparando el hasta ahora reticente candidato socialista vasco. Se acabaron los miramientos, las contemplaciones, el recato. Esta es la legislatura del `a por todas´ y eso significa filas apretadas, orden de combate, bandera en alto y disciplina de bando. Del bando que el PSOE ha construido con todos los adversarios del régimen del 78, es decir, del Estado de Derecho constitucional y democrático. El sanchismo 3.0 está listo para ser implantado.