El arancel universal

Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Visto desde el lado antiguo del Atlántico, la cosa no tiene una explicación sencilla. Pero los que saben de esto y en especial quienes se dedican a averiguar las preferencias políticas de los ciudadanos aseguran que Donald Trump tiene muchas posibilidades de arrasar en su trayectoria hacia la nominación republicana para las elecciones de noviembre e, incluso, para ganar después su billete de vuelta a la Casa Blanca. Si la primera carrera parece despejada, pues carece de rivales que le igualen en facilidad para conectar con su electorado, que es bastante más numeroso del que divisamos desde aquí, la segunda es una incógnita debido a las características de su rival.

¿Tienen ambos edad y energía suficiente para encarar cuatro años de mandato en el cargo más difícil de ejercer en el mundo? ¿Cuántas noches seguidas dormirá el inquilino del número 1600 de la Avenida Pennsylvania NW sin ser sobresaltado por noticias desagradables como el ataque a una base americana en el Golfo, el asesinato múltiple en una escuela del Medio Oeste o el disparo de un misil norcoreano? A mí, que podría haber sido compañero de ambos en el colegio -lo fui de Escipión el Africano-, se me hace insoportable solo con pensarlo. Pero ahí están y la pelea cobra vigor según pasan los días y se acerca el mes de noviembre.

De momento, Donald Trump, que nos entretiene muchísimo con sus ‘boutades’, está lanzando una que me parece peligrosa. Me refiero a esa propuesta estrambótica de aplicar un arancel universal a todas las importaciones que se hagan en los Estados Unidos, sin discriminar por partida arancelaria, sector o país de origen. Las guerras comerciales causan auténticos destrozos en la economía de los países que se ven envueltos en ellas. A todos, pero en especial a quienes las desatan.

Como es natural, nadie, ni siquiera el sobrado de Trump, puede pretender que una medida de este tenor no provoque reacciones en cadena. No es fácil calcular las consecuencias y los expertos no se ponen de acuerdo. El abanico va desde quienes las consideran irrelevantes, hasta los que visualizan una auténtica catástrofe en el comercio mundial. ¿Qué dirán los chinos, que se han convertido en el protagonista principal de los intercambios internacionales o los europeos que hemos hecho de la libre circulación de mercancías uno de los principales soportes de nuestro desarrollo?

Cuidado con el regreso de Trump y su estrambótica propuesta de aplicar un arancel universal a las importaciones

Los Estados Unidos importaron en 2022 mercancías y servicios por valor de 3,3 billones de dólares. Ponerles un arancel del 10%, así a lo bruto, supone encarecer todo los importado en más de 300.000 millones. Una cantidad que pagarán los consumidores americanos que no modifiquen sus hábitos o los distribuidores que reduzcan sus márgenes para no perder clientes. En cualquier caso, la economía se resentirá. La nuestra, si perdemos ventas y/o la de ellos si suben los precios.

La pulsión proteccionista es un acompañante fiel. Eso de consumir lo local es una idea genial. El Km. 0 se publicita con éxito en las cosas de comer, pero se propone con insistencia en las cosas de invertir. Pero, si todos hacen eso, ¿qué pasará con quienes vendemos en el extranjero más de lo que compramos fuera de nuestras fronteras? Todo el mundo defiende el ‘arraigo’ de las compras, la primacía de los muchos ‘Buy’ seguido del apellido del lugar, pero ¿qué pasa si hacen lo mismo los que nos compran a nosotros en vez de a sus propios productos? Eso no cuadra.

La globalización no goza de buena fama. La opinión pública se olvida de los avances conseguidos en la igualdad entre países ricos y pobres (hasta ahí no llega la solidaridad), en la mayor eficacia de los procesos de fabricación, en los ahorros de costes, etc y se fija en los problemas que causa al sacar a la luz todas las carencias competitivas de los que ya estábamos instalados y odiamos competir. Por si caso y no solo por eso, mejor que no gane Trump y llegue alguien con menos necesidad o voluntad de agradar a sus temerosos votantes. ¿Existe tal cosa? No creo.