Hay ocasiones en las que a las víctimas solo les queda el arma de la dignidad. Pongamos que hablo de Patricia, la viuda del guardia civil David Pérez Carracedo, asesinado en Barbate al ser embestida su zodiac por la potente narco lancha con fueraborda de sus agresores. No se pueden olvidar en este aspecto, las palabras con las que Maite Pagaza en nombre se su familia negaba el acceso al velatorio de su hermano Joxeba a una relación muy precisa de personas y personajes: «Están expresamente excluidos todos los firmantes del Pacto de Lizarra, el primer Gobierno salido del Pacto de Lizarra y el actual Gobierno vasco, heredero del anterior, así como los representantes de los partidos y organizaciones firmantes». Recuerdo la foto del abrazo de Maite a Joseba Arregi, el intelectual vasco que mejor ha sabido tratar a las víctimas del terrorismo y la aceptación expresa de la asistencia de José Antonio Ardanza.
El caso es que Patricia se armó de coraje y de dignidad y con la ausencia de su marido clavada todavía en su alma se plantó en la Comandancia de la Guardia Civil de Pamplona cuando el ministro del Interior se disponía a imponer al finado a título póstumo la Cruz de Oro de la Orden del Mérito de la Guardia Civil. La viuda se plantó y la medalla se la impuso al féretro el guardia que se disponía a entregársela al ministro para que la impusiera él. El gesto de la viuda fue aplaudido por parte de los asistentes.
Fernando Grande Marlasca es, probablemente, el tipo más indigno de cuantos se arraciman en torno al pesebre sanchista y en este episodio su bajeza toca fondo. Tenía que ser en la capital de Navarra, la comunidad de la que ha empezado a desalojar a la Guardia Civil, al asignar la competencia de Tráfico a la Policía Foral. Esta cesión fue uno de los pagos de Pedro Sánchez a EH Bildu a cambio de su voto favorable a los Presupuestos Generales del Estado para el año 2023. Nadia Calviño, todavía en su papel de vicepresidenta y ministra de Economía explicó el compromiso del Ejecutivo de respetar el deseo de los guardias civiles que desearan permanecer en Navarra, aunque tendrían que “pasar a ejercer otras funciones”.
Marlasca es el ministro que ha restringido los chalecos antibalas a la Benemérita en Navarra. Según ha denunciado el sindicato JUCIL, en tiempos de María Gámez, la sucesora de Luis Roldán había prometido chalecos individualizados para todos los agentes que los necesitaran, 58.000 en toda España. Cuenta el sindicato que en Navarra se han repartido 30 unidades para 176 guardias. Puede que lo que se ahorraba se lo gastara en pisos.
Él es también el responsable de haber prometido en el Campo de Gibraltar unas horas antes del ataque de los narcotraficantes y afirmar que el dispositivo contra el narcotráfico era adecuado para comprometerse a dotarlo de más medios después. Él fue el responsable de haber desmantelado hace 16 meses la unidad de elite OCON (Orgamismo de Coordinación del Narcotáfico) integrada por 130, agentes especialistas en la lucha contra el tráfico de drogas y actividades colindantes, como el blanqueo, el crimen organizado y la corrupción.
Marlasca debería dimitir. Es un ministro de más, uno de tantos. En este atroz asunto de Barbate solo hay gentuza más indigna, los que jaleaban el ataque de los narcotraficantes: “Dale, dale otra vez… A ver si se ahogan los perros… Maricones” “mira, mira, que se ahogan” y otras expresiones del mismo campo semántico entre risas. Poco después de los hechos, el presidente del Gobierno paseaba su palmito por Valladolid, glamur y polvo de estrellas, sin tiempo para ocuparse de estas menudencias.