CARMEN MARTÍNEZ CASTRO-EL DEBATE
  • Que Ábalos se vea ahora en esta tesitura después de haber justificado la censura contra Mariano Rajoy por la corrupción, no es más que una broma del destino. Un pequeño destello de justicia poética
Koldo García no es el primer golfo que intenta medrar en las cercanías del poder y no será el último. Casi todos acaban de la misma manera, sentados en el banquillo. Por el contrario, nunca hemos tenido un presidente de Gobierno tan ducho en corromper la política como Pedro Sánchez y sin embargo, los tribunales no nos pueden proteger contra sus mentiras y solo contra muy pocos de sus abusos. El espectáculo más histriónico de estos días ha sido ver a los socialistas repetir como cacatúas su compromiso con la justicia en el caso de Koldo mientras siguen negociando la liquidación de la justicia con esa amnistía corrupta para sus socios.
La misma fiscalía que acusa de cohecho y tráfico de influencias a Koldo, se ve sometida a todo tipo de injerencias políticas para que no acuse a Puigdemont de terrorismo o traición. Y es que Koldo fue el custodio de los avales de Sánchez pero no tiene la palanca para hacerle presidente del Gobierno. Esa es la única razón de tan notable diferencia de trato. De hecho, esa es la única diferencia entre los golpistas catalanes y cualquier otro tipo de delincuente en España; a los catalanes, si son independentistas, se les garantiza la impunidad y a los demás les toca someterse a los rigores código penal.
Una vez pasado el shock inicial que causó la noticia, la estrategia de Moncloa ya está muy clara: Koldo y su benefactor, Ábalos, van a ser sacrificados con saña ante la opinión pública como chivos expiatorios del pecado de la amnistía. Veremos a los socialistas pedir que caiga todo el peso de la ley sobre los corruptos, mientras defienden que ni una brizna de responsabilidad penal roce a sus socios golpistas. Después de todo, siempre ha habido clases y no es lo mismo tener carnet del PSOE que tener la llave de la supervivencia política de Sánchez.
Comprendo que haya mucha gente escandalizada con las comisiones de Koldo pero a mí me parecen bagatelas ante lo que ocurre en España. Si Koldo se ha podido comprar un par de pisos en Benidorm, Sánchez se ha comprado cuatro años más en Moncloa a cambio de liquidar nuestro Estado de Derecho. La distancia es aproximadamente la misma que hay entre un vulgar carterista y un asesino en serie.
Es posible que las andanzas de Koldo sirvan para que muchos ciudadanos y votantes de derecha recuperen la autoestima que perdieron al interiorizar como propia la gigantesca campaña de propaganda que se hizo durante años contra el Partido Popular por el asunto de la corrupción. El hermano de Ayuso, calumniado por el Presidente del Gobierno en público, no está implicado en ningún escándalo, pero tampoco Rita Barberá fue nunca una corrupta ni hubo nada irregular en el borrado de los ordenadores de Bárcenas. Incluso la sentencia de Gurtell establece que la dirección del PP nunca supo nada de las andanzas de sus dos alcaldes madrileños.
Que Ábalos se vea ahora en esta tesitura después de haber justificado la censura contra Mariano Rajoy por la corrupción, no es más que una broma del destino. Un pequeño destello de justicia poética.