LUIS VENTOSO-EL DEBATE
  • El presidente, que ahora señala y presiona a su amigo como si no lo conociese, se sirvió de él para llegar al poder, le dio las riendas del PSOE y lo hizo ministro
En la primavera de 2009 se producen dos bajas en la bancada del PSOE en el Congreso. El partido las rellena con dos concejales, uno del Ayuntamiento de Madrid, un tal Pedro Sánchez, y otro del Ayuntamiento de Valencia, un tal José Luis Ábalos. Aunque el valenciano es trece años mayor que el madrileño, enseguida congenian.
En 2014, Sánchez da el salto y se presenta a las primarias del PSOE contra Madina, como supuesto candidato más liberal y moderado. Ábalos le brinda todo su apoyo y hace campaña a su favor entre los socialistas valencianos. La amistad entre Ábalos y Sánchez es tal que cuando la campaña de las primarias lo lleva a Valencia, Pedro se hospeda en casa de José Luis. El que custodia los avales de Sánchez no es otro que un tal Koldo, un escolta navarro grandullón, de moda estos días.
En 2016, la vieja guardia del PSOE lamina a Sánchez para evitar que haga lo que al final ha acabado haciendo: encamarse con los separatistas. Pero José Luis se mantiene fiel a Pedro en su caída y lo apoya cuando en 2017 emprende la triunfal operación regreso que lo devolverá a la poltrona del PSOE. El premio es que en junio de 2017, Pedro lo premia nombrándolo secretario de organización del partido, lo cual equivale a ser su número dos. Ábalos es quien pasa a manejar las calderas de Ferraz.
En enero de 2018, Ábalos niega tajantemente que el PSOE de Sánchez esté dispuesto a llegar al poder de la mano de los separatistas catalanes: «Esos no pueden ser aliados nuestros en ningún caso, ni para una moción de censura», declara con su deje rotundo. Ábalos está mintiendo, por supuesto. Pronto empieza una negociación entre tinieblas con los golpistas catalanes –que han proclamado su República el año anterior–, con el PNV y con Bildu para hacer presidente a Sánchez con solo 85 escaños. El leal José Luis es uno de los fontaneros que preparan la operación al servicio de Sánchez.
Llega la moción de censura de la primavera de 2018. El diputado encargado de defenderla en el Congreso no es otro que… han acertado: Ábalos. Pedro agradece el fervor de su amigo hacia él. Amén de hombre fuerte del PSOE, lo convierte en ministro de Obras Públicas, una de las carteras más potentes y que mueve más dinero.
En resumen: Sánchez y Ábalos son uña y carne. Pedro sabe que José Luis está ahí para lo que haga falta. Fue un pilar para ganar las primarias. Se encargó de los trapicheos para la moción de censura. Y está también ahí para los trabajos sucios, como cuando en una noche de enero de 2020 tuvo que irse pitando a la T4 –acompañado del gran Koldo– para departir con la vicepresidenta del dictador bolivariano Nicolás Maduro.
Pero en julio de 2021, en pleno despiste de la canícula estival, Sánchez purga por sorpresa a Ábalos tanto en el Gobierno como en el partido. No hay explicación alguna hasta la fecha. ¿Qué pasó? No sabemos. O quizá ahora ya sí.
Febrero de 2024. Una redada de la Guardia Civil destapa un turbio caso de mordidas en la compra de material sanitario durante la pandemia desde el ministerio que llevaba Ábalos. La situación es muy problemática para el PSOE, porque la corrupción podría chapuzar también a otros ministerios y al menos a dos comunidades gobernadas por los socialistas. Sánchez se agobia y reacciona. Mitin con grandes aspavientos alardeando de que a él nadie le gana en lucha contra la corrupción. Al tiempo, ordena a sus ministros, al partido y a su coro televisivo que señalen a Ábalos como culpable, exigiéndole que deje su acta de diputado. Se trata de emplearlo de cortafuegos para que el caso no escale.
Ábalos hasta ahora se resiste, aunque lo probable es que acabe cediendo (es muy difícil que un hombre solo aguante la presión de un Gobierno y su partido, y más si en realidad guarda ropa sucia en su armario). En un titular insólito en portada, el periódico sanchista ha anunciado que el PSOE y su jefe buscarán «una solución personal» para Ábalos. ¿Y qué diantre es «una solución personal»? Si le están diciendo que tiene que irse, la razón es que de algún modo lo mancha la corrupción. Y si es así, ¿cómo se le puede dar un premio de consolación, una «solución personal»?
La respuesta es que hay muchísimo miedo, porque Ábalos es una pura criatura de Sánchez, él fue quien lo promocionó a lo más alto del PSOE y del Gobierno. José Luis podría cantar La traviata sobre lo que pasó con los contratos públicos en los azarosos días de la pandemia. José Luis estaba en la cocina cuando Sánchez cerró sus infames acuerdos con Junqueras y Otegui y podría dar detalles. José Luis, aunque ya estaba fuera, tal vez maneje alguna jugosa información sobre el giro marroquí. José Luis puede saber de enchufes varios del divino dedo. José Luis puede saber qué pasó con algunos extraños rescates a ciertas empresas en los días de la pandemia, y hasta tal vez tenga conocimiento sobre si se extraviaron algunos euros por el camino.
Lo normal, lo previsible, es que a Ábalos le hagan llegar desde Moncloa alguna oferta de esas que «no se pueden rechazar», como rezaba la cita clásica de El Padrino. Lo normal es que deje su escaño y se calle. Pero aún así, y dado su carácter duro y polvorilla, seguirá siendo una sombra que nublará los duermevelas palaciegos de Mi Persona.
«No es nada personal, son solo negocios», decían también en El Padrino tras los ajustes de cuentas y las purgas. Algo así le susurrarán a José Luis de parte de su viejo amigo Pedro. Pero en aquellas sagas italianas existía algo más: el placer lento y tardío de una fría vendetta.
Vayan comprando un tanque de palomitas, que la película de cine negro del PSOE se pone tan cenagosa como emocionante.