Eduardo Uriarte-Editores
Nosotros, los españoles, españolas, y secesionistas adheridos al Gobierno, no necesitamos que desde fueran nos agredan traicioneramente, nos apañamos entre nosotros, y los días de la infamia, desde Godoy, los hacemos los de casa. Día de la infamia es este en el que una maltratada Constitución y convivencia es definitivamente violada mediante una ley de urgencia llamada de amnistía, que encubre la impunidad de los que van a apoyar a Sánchez para que siga de presidente. La infamia tiene un segundo párrafo en el que los amnistiados avisan de que lo van a volver a hacer y exigirán la independencia con sus procedimientos ya conocidos.
La voladura del sistema era una cuestión predecible desde el momento que un candidato con maneras de guapo de discoteca fue capaz de paralizar a la nación con su No es No. Este comportamiento, compartido por un amplio sector de las bases socialistas, más bolivarianas que socialistas, le permitió volver a la dirección del partido para destruir desde él la convivencia y el país. Creíamos que la voluntad de no caer en los errores del pasado era suficiente mediante el espíritu de la Transición, pero la repugnancia de nuestra izquierda por el republicanismo y el liberalismo, su infantil adhesión a la lucha de clases (versión anarquista), y el uso de cualquier práctica sin límite en la legalidad, como la persecución putinesca a Ayuso, nos arrastra de nuevo a nuestra secular tragedia. Esto está roto y recomponer el destrozo, cuando éste se marche de mala manera, va a necesitar un periodo constituyente.
Vayan pensando los críticos supervivientes del naufragio socialista constituir una izquierda democrática que colabore con la derecha en levantar la nación, porque a los gestos críticos de palabra y sin acción sólo les suceden la frustración. Piensen en erigir una izquierda que aunque testimonial sepa aportar empuje y legitimidad para superar la etapa más negra de nuestra democracia. Espero que el mandato de Sánchez, este sí, sea el capítulo negro, obligatorio, en eso que han dado en llamar memoria democrática. Estúdiese la paradoja, suele pasar, por la que los inventores del cínico título de memoria democrática han sido los menos democráticos de nuestra reciente y corta democracia.
El día de la infamia asumida y aceptada por el Gobierno no ha arreglado nada, sino que ha iniciado una espiral de desastres que empiezan con anular la tramitación de los presupuestos generales y poner a toda España al socaire de la filibustera política catalana, cediendo la gobernabilidad a ese enjambre de amnistiados mal avenidos dedicados a darse puñaladas entre ellos. Todo por mantenerse en el poder.
La crisis catalana actual se transmite inmediatamente a toda España, la crisis del procés la soportamos todos los españoles por obra de este egoísta llamado Sánchez, convirtiendo a una región, en crisis y rota por un proceso revolucionario, en centro de la política española. Una región, que debiera ser tutelada por el Estado para el desarrollo de su actividad política, se ha convertido en el centro determinante de la política española. Semejante inversión institucional no tiene más solución que un futuro, y espero que cercano, proceso constituyente. Porque no es sólo que la izquierda les amnistíe, es que les ha otorgado la dirección política de la nación para que la destruyan con toda impunidad.