Días antes de la votación, Ángel García Ronda, histórico dirigente socialista vasco decidió abandonar el partido tras cincuenta años de militancia. El PSOE , dijo, es hoy “éticamente desaprensivo”. Pocos tendrán más autoridad que este compañero de Ramón Rubial para levantar acta del grado de hundimiento moral alcanzado por el socialismo español. Debió desbordarle una campaña socialista que soltaba un hedor insoportable a hipocresía política. Como cuando el candidato Andueza afirmó con solemnidad sobre Bildu y PNV “estos solo quieren la independencia”, siendo él su auxiliar imprescindible para lograrlo.
En la polémica artificial sobre si Bildu condenaba o no el terrorismo, el candidato de Otegi, Pello Otxandiano, recitó las frases cínicas habituales, mientras, el de Sánchez, Eneko Andueza, hizo como si se escandalizara. De paso, el “doctor” aclaró desde Bruselas que su pacto con Bildu sigue intacto, no vaya a ser que se enfaden. A la opereta electoral se incorporaron de inmediato Oscar Puente y Rodríguez Zapatero. El primero afirmó sentirse decepcionado con el partido de ETA, después de confiar en ellos “bienintencionadamente y de buena fe”. El segundo les pidió que, “por favor”, pronunciaran las palabras mágicas de arrepentimiento. ¿No es maravilloso?
La nación vasca oprimida
El País aclaró que el Partido Socialista solo “capea contradicciones sobre EH Bildu”. Ya lo creo. Los de Ferreras en La Sexta calificaron la negativa a condenar el terrorismo -¡oh sorpresa!- como “incomprensible error estratégico” de la izquierda abertzale. Cinismo al rojo vivo. A fin de cuentas, el terrorismo es para ellos algo relativo. Así, desde la coalición de gobierno, el líder comunista Enrique Santiago se negó a calificar como organización terrorista a Hamás porque, como declaró, “es que no sabemos qué es terrorismo, eso cada quien lo define como quiere”. Coincide con el candidato de Bildu, que en campaña afirmo que “es interpretable eso de qué es terrorista”, además de reiterar que “la causa de ETA fue la nación vasca oprimida”, por si había dudas de trazabilidad.
Hace falta ser muy inmoral para decir en el País Vasco que no pactarían con bildutarras por no condenar el terrorismo, cuando llevan años sin parar de hacerlo, como suele recordarles Otegi. De hecho, Sánchez no sería presidente si hubiera puesto esa condición. El ex rector de la Universidad del País Vasco Manuel Montero advertía la víspera electoral que si Bildu ha llegado tan lejos se debe al afán por normalizarlos “sin exigirles deslegitimar el terror”. Y García Ronda se hartó. Se dio de baja del partido porque el Psoe ha devenido en “ideológicamente desorientado, éticamente desaprensivo, constitucionalmente irrespetuoso, nacionalmente disgregador y tiene una dirección narcisista y caudillista”.
Hoy, quienes han señalado 2028 como fecha límite para ejercer el “derecho a decidir” tienen más bazas que ayer y, si nada cambia, mañana serán más poderosos y extremistas
Los resultados electorales del domingo retratan con precisión las consecuencias de la política de “concordia” de Sánchez: gana más peso aún el independentismo, pasando de 52 a 54 diputados; reduce su representación la coalición de gobierno izquierdista (PSOE y Sumar) de 16 a 13; se radicaliza el soberanismo, ya que, de superar PNV a Bildu en 10 escaños en 2020, ahora empatan. Se consolida la tendencia abierta en las elecciones gallegas, con menos izquierda nacional y más secesionismo radicalizado. Hoy, quienes han señalado 2028 como fecha límite para ejercer el “derecho a decidir” tienen más bazas que ayer y, si nada cambia, mañana serán más poderosos y extremistas. Buen negocio. A mayor subordinación de la izquierda al independentismo, más independentismo y menos izquierda.
Lo que el Psoe ha provocado con su política de subordinación a los objetivos secesionistas de PNV y Bildu es que muchos electores vean posible la vía soberanista y otros se resignen a considerarla inevitable. Desde el sanchismo mediático se esfuerzan en interpretar los resultados como “normalidad”. Tendrían razón, si se considera normal que, con un rechazo a la independencia del 80% de los vascos, el Parlamento autonómico vaya a estar dominado en casi tres cuartos por diputados decididamente independentistas. Sobre todo, porque ahora el soberanismo vasco podrá subir aún más el precio de su apoyo a la continuidad de Sánchez en Moncloa. Ocurre que la obsesión por mantenerse en el gobierno a cualquier precio ha fortalecido a los enemigos de la España constitucional y, de paso, ha convertido en crónica una crisis institucional autodestructiva que va pegada al sanchismo.
Todo el electorado español habrá comprobado hasta el hartazgo que el PSOE es solo un instrumento al servicio de los planes independentistas y que, cuando votan socialista, fortalecen al soberanismo
Ahora bien, para entender el grado de fortaleza de este Gobierno de la amnistía, debe contemplarse todo el ciclo electoral que se inicia en febrero en Galicia, sigue con las elecciones vascas y catalanas y concluye con las europeas de junio. Circunstancias locales aparte, importa la tendencia que marca el progresivo debilitamiento de los partidos de la coalición de gobierno sanchista. En esos tres meses, todo el electorado español habrá comprobado hasta el hartazgo que el PSOE es solo un instrumento al servicio de los planes independentistas y que, cuando votan socialista, fortalecen al soberanismo. Ahora se verá cómo Salvador Illa repite el espectáculo de la hipocresía política en Cataluña, para los mismos fines.
Los motivos por los que el sanchismo mediático está celebrando el fortalecimiento del independentismo da para otra historia.