Con la ridícula telenovela de los “Cinco días de reflexión”, Sánchez ha colocado a España en el mapa mundial del populismo, al lado de la Hungría de Orban o la Colombia de Petro. Los principales medios internacionales han descubierto con asombro al falso socialdemócrata que resultó ser un demagogo populista más. Sintetiza bien las reacciones Macario Schettino, prestigioso intelectual mexicano. Define al presidente español como “un personaje que es idéntico a Trump o a López Obrador, populista, narcisista, que se hace la víctima y que se está viendo cómo destruye a la democracia española para instalarse él”. El Financial Times no es menos contundente, como admite la propia prensa sanchista.
Hay una diferencia significativa entre el autócrata español y los Obrador, Trump u Orban. Sánchez es un populista de catálogo, pero con poco “pueblo”. En la segunda carta, la que ha remitido a los militantes socialistas -la del “yo, yo, yo”- afirma que “decidió” no dimitir por las espectaculares muestras de apoyo. Como si no se hubiese visto el estrepitoso fracaso de, primero, la concentración de los 100 autocares ante la sede de Ferraz y, después, el pinchazo histórico de una manifestación del 1 de mayo convocada en apoyo de Pedro y Begoña, con el gobierno al frente de la marcha, como en La Habana. Solo sigue en Moncloa “por siete votos”.
Ahora participa en la campaña catalana como quien, desesperado, acude al curandero. Pretende refugiarse en un espejismo electoral. Cuando alguien entra en pánico, pierde el oremus. Es el caso. Este es el plan: las elecciones en Cataluña no irían de Illa contra Puigdemont, sino de Sánchez contra Feijóo. Van listos si creen que les va a funcionar el truco de hacer creer que el resultado del domingo se puede trasladar al de unas generales en toda España. Una cosa es segura, cada diputado socialista logrado traicionará a los electores constitucionalistas catalanes que hayan confiado en ellos. Como ocurrió en el País Vasco, Sánchez e Illa trabajan electoralmente para los secesionistas, de los que depende la presidencia del Gobierno.
El PSC-PSOE volverá a traicionar a la España constitucional, como ya advertía el historiador -y socialdemócrata- Santos Juliá. Nadie ha favorecido más la causa del soberanismo que los socialistas catalanes. Lo hacen cuando, para narcotizar a los votantes contrarios al secesionismo, ocultan que las cesiones al independentismo no son para mejorar el autogobierno, sino para construir estructuras propias de un Estado. Explotan la argucia de ofrecer el imposible de una opción intermedia entre soberanismo y respeto a la Constitución.
Nada explica la traición como el rol decisivo de los socialistas catalanes a la hora de extirpar de la escuela el castellano, la lengua materna del 55% de la población. Es una medida iniciada y patrocinada por el partido de Illa
Sánchez e Illa facilitan la estrategia nacionalista con acuerdos “bilaterales”, de Estado a Estado, sea para permitir “embajadas” ilegales o para expulsar a la Guardia Civil. Al disfrazar el “derecho de autodeterminación” con el eufemismo “derecho a decidir”, siguen al píe de la letra el guion soberanista. Y -la gran trampa-, para enredar a los catalanes constitucionalistas, dicen que todo se hace contra el fascismo. Mienten: ¡es por siete votos!
Los dirigentes del PSC, intercambiables con los de ERC, reproducen para el 12-M las trampas en las que están doctorados. Piden el voto a los catalanes víctimas de las políticas soberanistas para, pasadas las elecciones, ponerlo al servicio de sus verdugos. Nada explica la traición como el rol decisivo de los socialistas catalanes a la hora de extirpar de la escuela el castellano, la lengua materna del 55% de la población. Es una medida iniciada y patrocinada por el partido de Illa -ahora avalada por Sánchez-, como demuestra Juan Claudio de Ramón en el imprescindible Diccionario de lugares comunes sobre Cataluña.
Hoy, el español ha desaparecido de las aulas por decisión explícita del PSC. Tiene mucho mérito conseguir que les voten aquellos a los que pretenden arrancar de cuajo su lengua familiar. Más, teniendo en cuenta las consecuencias desastrosas en el rendimiento escolar de los alumnos, como demuestran Pisa y otros estudios. No es el único desastre provocado por el procesismo. Cuando los empresarios catalanes advierten que “Madrid se va”, en tanto Barcelona se estanca, deberían prestar atención a la inestabilidad institucional permanente a la que el proyecto soberanista condena a Cataluña, como demuestra un estudio de la London School de Andrés Rodríguez-Pose y Daniel Hardy. El “procés” empobrece.
No sabemos a cuántas víctimas del soberanismo lograrán engañar el domingo Illa y Sánchez, pero la argolla que les ha colocado Puigdemont en el cuello seguirá apretando el día después. La desesperación del sanchismo coloca a los candidatos socialistas a disposición del golpista prófugo de la justicia española, con el que pactarán. Una anécdota de campaña vale más que mil palabras. Uno de los candidatos socialistas, dirigente de UGT, ingenuo él, quiso replicar al prófugo que había ofendido a Sánchez diciéndole «de casa se viene llorado”. El despistado sindicalista replicó “llorado se fue él en un maletero, no sé si cagado o meado”. En horas, Illa pidió perdón “por el ataque del líder de UGT”.
Ganará Illa y decidirá Puigdemont. ¿Quién es el ‘puto amo’, Oscar Puente?