La semana de la OPA

Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  • No resulta sencillo explicar por qué BBVA lanzó la operación sobre Sabadell el jueves y no se esperó al lunes para sortear las elecciones catalanas

La oferta al consejo de Banco de Sabadell primero y la lanzada después a sus accionistas por BBVA han acaparado la atención mediática de esta semana. Además, lo que empezó siendo una operación puramente mercantil se enmarañó el jueves en medio de la refriega política de las elecciones catalanas. Desde el punto de vista mercantil la oferta tiene ventajas indudables para los accionistas de Sabadell, pues convierte en inmediata esa supuesta, pero no confirmada, capacidad de mejorar en solitario la rentabilidad, tanto por la vía de la revalorización de su valor en Bolsa, como por la del aumento del dividendo repartido. Un 30% frente a la última cotización previa al desencadenamiento de los hechos y un 50% frente a las cotizaciones respectivas registradas a finales de año es una prima considerable, que no será fácil de igualar.

La oferta no se materializa en dinero y se concreta en acciones y eso le resta atractivo, pues difumina el resultado de la operación para el accionista, al cambiar al vaivén de las cotizaciones diarias respectivas, aunque también es verdad que la liquidez de la acción de BBVA es máxima y todos los apelados pueden convertirla en dinero en cuanto les interese. También incluye el compromiso de devolver vía dividendos los excesos de capital que generen los resultados futuros, un compromiso que compensa el ‘anzuelo’ que lanzó el consejo de Sabadell para fortalecer su rechazo a la oferta.

Eso para los accionistas de Sabadell. A los de BBVA no se les pregunta así que no opinan. De momento habrán visto con desagrado las primeras reacciones de la Bolsa, pero hay que esperar a que las aguas se calmen y los análisis sedimenten. Como operación de crecimiento en España es buena, probablemente porque es la única posible. Las graves carencias de la unión bancaria europea convierten en muy complicadas las operaciones en el Viejo Continente. De EE UU y de China se marchó en su momento y de países emergentes está suficientemente servido. Así que, puestos a crecer, esta operación es una opción sin rival. En un entorno de buenos resultados y de exceso de capital, la alternativa sería extender el programa de recompra de acciones, que tiene un efecto favorable en los accionistas que se mantienen en el capital, al repartir entre un número menor de acciones los beneficios y los dividendos o un aumento directo del dividendo. Para aquellos accionistas que están cómodos en el banco y desean seguir en él, la operación les proporciona un banco mayor y más rentable, pues el efecto positivo de la fusión se anuncia del 3,5% y desde el primer año.

Si, además de en los accionistas, pensamos en el sistema financiero en su conjunto (en la banca hay más clientes que accionistas), los que se oponen a la operación se asustan ante la evidencia de una concentración de la oferta y quienes la apoyan hablan de mejora de su solidez y de su mayor capacidad de competir con gigantes exteriores. Aquí no existen unos parámetros objetivos, ni unos criterios permanentes, así que todo es opinable y defendible. Depende del momento y del interés que priorice y persiga cada uno. En cualquier caso, todo esto quedó oscurecido por el momento elegido para materializar el movimiento. No resulta sencillo de explicar el porqué se lanzó la OPA en jueves y no se esperó al lunes. Entre ellos tenemos las elecciones catalanas que están muy reñidas y en donde se juega la gobernabilidad del país.

La posible venta de Sabadell es un regalo extraordinario para Puigdemont, que pudo presentarla fácilmente como un nuevo ataque a Cataluña a la que se despoja de una de sus joyas empresariales. Claro que eso es solo posible si olvidamos que el banco ya se fue de Cataluña y trasladó su sede social a Alicante por culpa de las ‘extravagancias’ del procés, de las cuales él es el máximo responsable. Si es un regalo para Puigdemont es un dardo envenenado para Illa y de ahí que se armó una zapatiesta que alcanzó hasta el propio Gobierno, quien modificó en horas su discurso para pasar de la no injerencia a la beligerancia.

En resumen, en esta operación quedan muchos metros de tela por cortar, muchos obstáculos administrativos por solventar y muchas decisiones por adoptar. Menos mal que también nos quedan fines de semana para comentar. Esperemos.