JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • Que PP más Vox mejoren el número de diputados constitucionalistas del Parlament disuelto es una gran noticia (11 de Vox, más 6 de Ciudadanos, más 3 del PP, sumaban 20 escaños, menos que ahora)

Una buena noticia: el independentismo no alcanza la mayoría absoluta. Solo la suma PSC–Junts llega, cuando escribo estas líneas, a la mayoría absoluta. Sin descartar que el tripartito resulte pronto viable. Cualquiera comprende que la unión de Illa y Puigdemont tendría consecuencias sobre el conjunto de la política española. En primer lugar, Puigdemont no va a ser segundo de nadie. César o nada. Curiosa pretensión en quien nunca ha ganado las elecciones catalanas, pese a haber concurrido tres veces. O sea, tal alianza solo puede barajarse con otro líder en Junts. Otra opción sería que la presidencia recayera sobre el segundo, en cuyo caso no solo Puigdemont alcanzaría su objetivo, sino que Sánchez respiraría tranquilo: el prófugo puede hacerle la vida imposible a su blanqueador si constata que le ha mentido. Y constatar que Sánchez ha mentido es una de las cosas más fáciles del mundo.

El mero hecho de que esa unión resulte verosímil nos habla de la naturaleza del sanchismo: todos los analistas de urgencia han considerado al PSC capaz de gobernar con el partido supremacista y golpista que tiene al frente un huido investigado por terrorismo y alta traición, presuntos delitos que se sumarían a aquellos por los que fue condenado Junqueras, salvo la sedición que Sánchez quiso borrar del Código Penal.
El tripartito PSC-ERC-Comuns, sin duda la opción preferida por los socialistas permite acariciar un retorno al esquema de Maragall y de Montilla. Un consuelo para los Comuns, que podrían tocar poder pese a su caída. Con todo, peor es la caída de Esquerra. Y ahí es donde se plantean algunas dudas: ¿está dispuesta ERC a intensificar una colaboración con los socialistas que le ha salido tan cara? ¿No preferiría una repetición electoral? Porque el hecho es que el castigo electoral a Aragonés sanciona en realidad la política de alianzas de su partido con el Gobierno Sánchez.
La desaparición de Ciudadanos pone punto final a un memorable proyecto que murió, sin entierro y sin responso, cuando, tras su descalabro en el Congreso, se puso a pactar con la banda de Sánchez: estados de alarma inconstitucionalmente prorrogados, apoyo a la ley Sisí, moción de censura contra un gobierno del que formaba parte (Murcia) e intento de hacer lo propio en Madrid, operación abortada a tiempo por Ayuso.
Los votantes de Ciudadanos que prefieren a Vox ya le dieron sus votos en las anteriores elecciones catalanas. De ahí sus once escaños. Nada de aquel voto fue a parar entonces al PPC. De otro modo no habría bajado de 4 a 3. Solo ahora algunos de los que se fueron a la abstención han optado por el PPC, sin que Vox se haya visto afectado por ese crecimiento. Por cierto: que PP más Vox mejoren el número de diputados constitucionalistas del Parlament disuelto es una gran noticia (11 de Vox, más 6 de Ciudadanos, más 3 del PP, sumaban 20 escaños, menos que ahora). La suma también es mayor que el mejor resultado jamás alcanzado por el PPC: los 19 escaños de Sánchez Camacho. Esto debería invitar a la reflexión en calle Génova: primero, se pongan como se pongan no van a borrar a Vox del mapa; segundo, con dos opciones políticas a mano se suma más que con una.