Tonia Etxarri-El Correo
La victoria del socialista Salvador Illa no ha resultado lo contundente que necesitaba para presidir el gobierno de la Generalitat sin apoyarse en las muletas de alguno de los socios de Pedro Sánchez y de la menguante fuerza de los comunes. Los resultados de las elecciones autonómicas de Cataluña habrían podido ser calificados de exitosos para el PSC si le hubieran permitido embarcarse en un Ejecutivo en solitario, con apoyos exteriores. Los 42 escaños obtenidos le permitirán a Sánchez apoyarse en el relato de la victoria de su candidato pero no le garantizan la gobernabilidad de la Generalitat. Los socialistas saben mejor que nadie que una cosa es ganar unas elecciones y otra muy distinta gobernar. Y, a la hora de calcular posibles gobiernos, se perfila un escenario endiablado.
El independentismo se hunde. Ha retrocedido diez puntos pero la segunda fuerza de Cataluña se la ha ganado a pulso el prófugo de la justicia sin conseguir tampoco dominar el panorama de la gobernabilidad. El ‘efecto Puigdemont’ no ha funcionado con las perspectivas que le hubieran permitido recuperar un bloque independentista con la suficiente fuerza como para exigirle al socialista Illa que le apoye, como pretendía. Con los resultados que han arrojado las urnas, sin duda Puigdemont seguirá queriendo atar en corto al presidente del Gobierno de España. Pero pierde fuerza ese silogismo en el que se había apoyado durante toda la campaña: «Para que siga gobernando Pedro Sánchez en la Moncloa, Puigdemont tiene que presidir la Generalitat». La pregunta es qué va a hacer con sus 35 escaños. Anoche Puigdemont emplazaba a ERC. Pero tampoco suman, ni con la CUP. Se postuló, pero parecía un brindis al sol a no ser que broten abstenciones inesperadas. De momento, con los malos resultados obtenidos por los comunes (que vienen a sumar los fracasos electorales de Yolanda Díaz), y por ERC, se esfuma la posibilidad del tripartito que en principio se había imaginado Illa porque el propio Pere Aragonés se ha echado a un lado, emplazando al PSC y a Junts a que se entiendan en una posible sociovergencia.
No parece que ERC, con sus pésimos resultados, esté dispuesto a facilitar una repetición de elecciones. Sería su puntilla. Pero, de momento, se ha quitado de en medio. Veremos los próximos movimientos. Primero tendrá que asimilar las razones del batacazo porque su electorado le ha infligido un doble castigo. Por su descontento hacia la gestión incapaz al frente del Gobierno y por su sometimiento a Sánchez en sus pactos ‘pragmáticos’.
Se ha incrementado el voto constitucionalista; es cierto. El ascenso del PP ha sido notable, el partido que más crece en estas elecciones. El Partido Socialista le envió anoche una felicitación envenenada destacando su cuarto puesto. Pero, sin duda, se ha consolidado como la referencia de un partido dispuesto a no achicarse frente al secesionismo y con sentido de Estado. No tendrá mucho sentido que los socialistas le presionen para que se abstenga en una posible investidura de Salvador Illa.