La aparición del “periodismo creativo” nos tiene sumidos en la perplejidad. Consiste en convertir los hechos que el singular ideólogo involuntario, Donald Trump, considera “verdades alternativas” (mentiras) en afirmaciones incontrovertibles. Por ejemplo, el “procés” ha terminado, el independentismo ha fracasado, Salvador Illa es el comienzo de otra etapa, Cataluña entra en un nuevo ciclo, y así sucesivamente hasta trasformar una humilde pretensión en una aventura intelectual plena de felices oportunidades. Lamento tener que llevar la contraria y decir discretamente, pero en voz alta y clara, que estamos seduciendo a los lectores gracias al manipulado recurso del “periodismo creativo”.
El “procés” se dio por concluido el día de octubre de 2017 que se aplicó el artículo 155; lo que vino después y hasta hoy fue otra cosa. La fortaleza del independentismo, que hasta ayer mismo se denominaba cautamente “soberanismo”, se ha manifestado con flujos y reflujos desde la Transición y de maneras tan singulares para los no iniciados como aquellas de los fastos de 1992, donde el Padrino de los Pujol exhibía sus medallas de “Español del Año” mientras sus hijos -literalmente- gritaban ¡Independencia! en el Camp Nou. ¿Eran soberanistas Pascual Maragall y Pepe Montilla, o lo manifestaban de manera intermitente? ¿Le explicó alguna vez Patxi López qué era una nación a Pedro Sánchez, como prometió en inolvidable ocasión, o aún esperan el momento adecuado? La única certeza sobre Salvador Illa consiste en su capacidad de resistencia -otro resistente correoso- como veterano funcionario del PSC.
Nadie que no sea un “periodista creativo” está en condiciones de afirmar si las recientes elecciones significan el cierre de una etapa, el comienzo de un nuevo ciclo o más de lo mismo. Puestos a la tarea ni siquiera tenemos certeza alguna de quién puede ser el nuevo presidente del Parlament; un cargo decisivo en la normativa catalana, mucho más acusado que en la española, para hacernos una idea de quién va a ser presidente de la Generalitat y con qué apoyos.
En lenguaje llano: hasta el 10 de junio, fecha límite para la constitución de la mesa del Parlament, estaremos dominados por el “periodismo creativo”, fomentado por el interés de todos sin excepción por no dar ninguna pista que pueda afectarles en las urnas de las elecciones europeas del 9 de junio. Ese domingo de junio todos deberán ocultar sus verdaderas intenciones sobre lo que han pactado que suceda el lunes, 10. Ni la mente más tortuosa imaginaba situación tan aberrante.
Las urnas del domingo para el Parlamento europeo condicionan las decisiones del lunes en el Parlamento catalán, que a su vez afectan de lleno al gobierno de Pedro Sánchez porque pone en cuestión a sus veleidosos compadres, Esquerra y Junts. ¿Por qué creen ustedes que el primer anuncio de Salvador Illa fue proclamar que gobernará en solitario, cosa imposible? Ganó a los puntos no por ko. No es que su talante le lleve a la conciliación; no tiene otro recurso si quiere seguir adelante. Su partido, el PSC, apela al “principio de realidad” aplicado a sus susceptibles socios pero nadie mejor que él sabe que ha de tomar esa medicina tanto como los demás.
¿Eran soberanistas Pascual Maragall y Pepe Montilla, o lo manifestaban de manera intermitente? ¿Le explicó alguna vez Patxi López qué era una nación a Pedro Sánchez, como prometió en inolvidable ocasión, o aún esperan el momento adecuado?
Los numerosos participantes del “periodismo creativo” se van a reciclar ahora en un nuevo relato, el de convertir cada partido en castillo encantado, seductor y solitario. Ahora vamos de liderazgos, algo que casa muy bien con nuestra doble naturaleza de plumillas pendientes del mando e imaginativos creadores de futuribles. El líder desbordante de buenas intenciones y el malvado oponente mendaz y torticero, capaz de todo por llegar o por permanecer.
La tarea primordial ha de ser aprovechar las urnas catalanas, donde al parecer el único derrotado ha sido Esquerra y el modesto Pere Aragonès, que ha tenido la dignidad que le honra de abandonar la política, cosa insólita en todo el planeta hispano. Incluso los Comunes-Sumar, capitidisminuidos en su papel de comodines de día y palanganeros de noche, no cejan en su desdibujada presencia; la calle es un lugar inhóspito si no es para manifestarte. Aún les queda “emprender una industrialización verde generadora de puestos de trabajo con alto valor añadido”. Lo dijo tras las urnas catalanas Yolanda Díaz y me tiene aún cavilando sobre si la churrería de mi calle fríe los churros con aceite virgen extra y si los dos huevos duros de Groucho, el Marx imperecedero, eran camperos o criados en cautividad. Donde no hay memoria no hay vergüenza.
Un principio aplicable a lo que nos espera y que ninguno de nosotros, por mucho “periodismo creativo” que le apliquemos, no somos capaces de predecir. Fuimos bastante imaginativos con el humor negro, aunque desde hace unas décadas nos hemos venido muy abajo. Las elecciones europeas del inminente 9 de junio podrían dar una oportunidad a esos talentos ocultos que esperan la ocasión para que los tengan en cuenta y los valoren en lo que merecen. Los resultados en Cataluña tienen que ver con la nigromancia, porque las cartas están echadas pero falta la capacidad para interpretarlas. Es sabido además que hay variantes entre los videntes y que las repeticiones de las manos pueden dar resultados contradictorios de un día para otro.
Las urnas del domingo para el Parlamento europeo condicionan las decisiones del lunes en el Parlamento catalán, que a su vez afectan de lleno al gobierno de Pedro Sánchez porque pone en cuestión a sus veleidosos compadres, Esquerra y Junts
El asunto es tan peliagudo que nadie con conocimiento del paño y ajeno al “periodismo creativo” puede certificar las opciones en las que nos encontramos, fuera de algunas obviedades, como que el PSC de Salvador Illa, que no es exactamente de Salvador Illa, ha ganado a los puntos las elecciones. Lo que no se traduce en certeza de que vaya a gobernar. Eso lo conoceremos a lo más tardar el 10 de junio, lunes, pero hasta entonces ni siquiera la resurrección del cadáver político de Carlos Puigdemont, embalsamado en Waterloo pero revivido en Perpignan gracias a los taxidermistas afectos a la Moncloa, ni siquiera pues con esta variante de novela gótica sabemos si pasará al Museo de Cera o a la Plaza de San Jaume.
En 1963 el editor Pepe Esteban y el crítico teatral Ricardo Doménech se acercaron a la casa de Darío Fernández Flórez, autor de una interesante novela “Lola, espejo oscuro” (1950). Venían a pedir su firma para la que sería primera protesta de intelectuales a la represión de la Dictadura contra los mineros de Asturias. Al saber a qué venían, el interpelado respondió: “voy a llamar a la policía”. Los peticionarios salieron en estampida escaleras abajo. “No corras, que es peor”, gritaba el crítico al editor. Doménech era cojo desde la infancia. Una apelación al socorro de un minusválido, que sirve como una admonición.