REBECA ARGUDO-ABC

  • El cirio viene porque se ha publicado un libro titulado ‘El niño Jesús no odia a los mariquitas’

Va tan rápida la ofensa hoy en día que me deja siempre dos polémicas por detrás. Me pasa lo mismo con los eufemismos: cuando me acostumbré a utilizar «discapacitado» en lugar de «minusválido», ya era insultante el término y lo correcto era decir «persona con capacidades especiales». Ahora estoy con el escándalo del libro ‘El niño Jesús no odia a los mariquitas’, pero no descarto que dos o tres nuevas y urgentes controversias me hayan adelantado por la derecha. Voy que no me alcanzo.

El cirio viene porque se ha publicado un libro titulado ‘El niño Jesús no odia a los mariquitas’. Con trazo infantil y formato de libro de actividades para niños, el contenido, sin embargo, es claramente para adultos. Se ha hecho viral, por ejemplo, una ilustración llamada «lío de pitos», que es el clásico laberinto de los pasatiempos de toda la vida pero con penes en lugar de caminitos. En la descripción del volumen se especifica que es el adulto su público y, aunque añade que es un cuaderno de actividades «para toda la familia», también dice que descubrirás «lo mala que es la homofobia» coloreando. No parece que quede demasiado espacio para la duda: es humor. Independientemente de que haga más o menos gracia a alguien en concreto. Y uno muy básico, además. De penes y culos. Solo faltan pedos y pises ahí y sí sería acertada la calificación de infantil: es entre los tres y los cinco cuando a los críos les da una risa tontísima con la escatología. Se trata, pues de una sátira. Más o menos graciosa, más o menos acertada. Pero una sátira. Aún así, un montón de gente se ha apresurado a manifestar su indignación, obviando esa cualidad de burlesco. Incluido Elon Musk. Abogados Cristianos ha presentado demanda, se ha viralizado en redes. Ni en sus mejores sueños el autor imaginó mejor campaña de promoción. Y gratuita. Unos han creído ver un inaceptable libro para niños que pretende adoctrinarlos en el mal y el vicio. Otros creen que no queda muy claro que se trate de un material para adultos (el sintagma «libro para adultos» les parece una indicación poco explícita). Los hay que ven en él un claro síntoma de la existencia de una agenda oculta para legitimar la pedofilia. Todos han pedido las sales (y que lo retiren) antes de reflexionar un segundo siquiera. Mientras tanto, al otro lado, el gran número de reacciones airadas les ha parecido la muestra irrefutable de que la homofóbica ultraderecha hiperventila ante sus libertades (y su descacharrarte humor). Sienten que han provocado y ofendido a alguien con la simpleza de señalar que «la homofobia es mala». Una risa. Y claro que unos tienen derecho a criticar si lo desean. Tanto como los otros a editar su cuadernillo satírico. A unos les ampara la libertad de expresión y, a los otros, la de creación. Afortunadamente y de momento. Lo que me sorprende es lo claro que tienen todos dónde están los límites del humor (y que precisamente en eso sí estén de acuerdo independientemente de ideologías): el límite siempre está justo donde, en particular, les incomoda.