JUAN CARLOS GIRAUTA-EL DEBATE
  • No toleran la libertad de expresión ni de prensa, y tarde o temprano van a por los comunicadores, a por las cabeceras, a por sus propietarios y, si me apuras, a por sus lectores

Tenía que llegar en algún momento el ataque frontal, descarnado y sucio a los medios de comunicación que no le bailan el agua a Sánchez, toda vez que su autogolpe tiene un itinerario conocido, una pauta prevista y hasta cierto abolengo en lo ruin. Es el camino de los liberticidas. Tiranos y tiranuelos no toleran la libertad de expresión ni de prensa, y tarde o temprano van a por los comunicadores, a por las cabeceras, a por sus propietarios y, si me apuras, a por sus lectores. Su modelo es el neobolivariano, neomarxista, el que bebe de Ernesto Laclau, el de las causitas woke fragmentarias y articuladas, antihumanista cuando no inhumano (le felicita Hamás), sentimentalista, victimista, dado a insuflar sentimientos de culpa, tendente a premiar el terrorismo, colonizador de las instituciones, enemigo de la división de poderes, destructor de constituciones legítimas e impulsor de procesos constituyentes espurios. Conviene conocer el modelo a fondo porque hoy decir «izquierda» es no decir nada. El régimen de Sánchez sigue la pauta descrita, parida al otro lado del charco, pero actúa en Europa. Precisamente en el momento histórico en que Europa ha recibido dos fuertes impactos que combinan mal: la institucionalización del wokismo, con todos sus contravalores relativistas, y la ducha fría de realismo que provoca una guerra en suelo continental.

Hasta Merkel, que parecía otra cosa, cayó en el grave error de colocar a su país en situación de dependencia del gas ruso, increíble e imperdonable fallo de previsión que corrige Alemania a toda prisa, mal que mal. Cuando Trump se lo reprochó a los representantes alemanes, estos se partían el pecho. Hay imágenes. Ya están más serios todos, las risas se congelaron ante la posibilidad de que lo congelado fueran los ciudadanos centroeuropeos en invierno. El wokismo se ha enseñoreado del discurso institucional en las organizaciones internacionales, en la mayoría de gobiernos y en las grandes empresas. Todos pretendían, Sánchez el primero, que nadie discutiera sus dogmas de género, de emergencia climática o de uso alternativo del derecho. Pero solo a Sánchez se le ocurre complementar la demonización de los disidentes del dogma (¡negacionistas!) con censura pura y dura y amenazas. Que desista de la censura; a muchos no solo no nos va a callar sino que vamos a reaccionar a su autoritarismo hablando el doble. El triple si insiste. En cuanto a las amenazas, siempre hay que tomárselas en serio. Hay una especialmente vil: reputar violencia política las informaciones contra las actividades sobre su mujer. Lo que nos está diciendo (no hay explicación alternativa) es que no piensa defenderse de lo que llama «difamaciones» recurriendo a la Justicia, que sería lo suyo, sino legitimando futuros actos de violencia como legítima defensa, pues habría habido una violencia previa, la que él se ha inventado al calificar de violencia política la información, investigación u opinión sobre los negocios de su cónyuge, que gozaría de impunidad por los dídimos del marido presidente, profundamente enamorado. El censor amenazante sueña una Carmen Polo en cursi.