Iñaki Ezkerra-El Correo

El oficio de poeta no garantiza la condición angélica. Ezra Pound se pasó la Segunda Guerra Mundial lanzando arengas radiofónicas de signo fascista y Pablo Neruda escribió una Oda a Stalin. Digo esto porque hay quien se ha sorprendido estos días de que Juraj Cintula, el hombre que ha intentado asesinar al primer ministro eslovaco Robert Fico, sea un poeta.

También se puede llegar a hacer una poesía del homicidio aunque no parece ése exactamente el caso de Cintula que, además de hacer versos, fundó en su país hace ocho años un ‘Movimiento contra la Violencia’ que se da teóricamente de tortas con la práctica criminal que acaba de hacerle mundialmente famoso.

Cintula es, por lo que sabemos de él, además de poeta, un sujeto profundamente contradictorio y sospecho que también fuertemente aquejado de populismo, pues ambas, contradicción y poesía, son dos de las características más genuinas de ese fenómeno que el teórico Laclau identificó con una política de la radicalización y una sociedad del conflicto. Por otra parte, el mismo Fico ostenta una trayectoria asociada a la mafia italiana, la corrupción y el crimen así como a un perfil demagógico que le ha valido el gráfico sobrenombre de ‘el Trump eslovaco’.

En un vídeo difundido estos días, se le puede ver a Robert Fico clamando, antes de sufrir el atentado, contra el ambiente de radicalización verbal y polarización ideológica que reina en su país así como haciendo responsables de éste a los medios de comunicación. Como si él se encontrara en un limbo arbitral por encima de esa atmósfera y no hubiera contribuido a ella siendo parte interesada. Como si posicionarse a favor de Putin y la invasión de Ucrania no constituyera una apuesta tan polarizada como radical no ya solo en lo que se refiere a las formas verbales sino a los contenidos.

Su atentado es un hecho absolutamente condenable. Pero esa condena no oculta una política viciada de populismo contra populismo y de contradicciones contra contradicciones.

No. Populismo y poesía no se oponen tan nítidamente como algunos creen o como les gustaría que así fuera. Más aún, el populismo es siempre poesía, aunque sea mala poesía. Mala poesía de la paz o mala poesía de la guerra.