Tonia Etxarri-El Correo

Están muy tensos. Es la reacción biológica de los partidos que más se la juegan en tiempo electoral y ahora se encuentran ante la cuarta cita con las urnas en lo que va de año. Pero la crispación en España forma parte del ADN de esta legislatura desde el momento en que el presidente del Gobierno decidió levantar un muro contra la oposición, los jueces que no le cantan y los medios que no le bailan mientras cuela una ley de amnistía redactada por los abogados del prófugo Carles Puigdemont. Sus socios le van retirando la respiración asistida en el Congreso en donde no se atrevió a presentar los Presupuestos por temor a que se los tumbaran y donde sólo figurará la ley de impunidad para premiar a los secesionistas del ‘procés’ como la gran iniciativa legislativa de la temporada. Pero los desencuentros con los socios y aliados están marcados por un cálculo de intereses. Puigdemont y Junqueras temen que la aplicación de la amnistía se retrase porque son los jueces los que la tienen que actuar. Empezarán a deshojar la margarita en cuanto el alivio penal se apruebe en el Parlamento pasado mañana, jueves. ¿Les interesa seguir apoyando a Sánchez? ¿Qué contrapartidas recibirían con otro Gobierno?

La marmita electoral está echando fuego. Los partidos de la oposición son menos hábiles que los de la izquierda y los nacionalistas que, a pesar de las discrepancias, se tientan la ropa antes de airear sus enfrentamientos. La derecha cainita es lo que tiene. Que en vez de sumar, se dan entre ellos. Puntualiza Feijóo que el Partido Popular Europeo pactará con la primera ministra italiana Giorgia Meloni porque está defendiendo el Estado de Derecho y se declara proeuropea. No como otros. Queda por ver si la guerra entre el PP y Vox -que contradice la propaganda de La Moncloa, empeñada en asimilar a los dos partidos como si fueran un dóberman- provocará un efecto de trasvase de voto del que pueda beneficiarse el PP o, por el contrario, esa división pueda suponer más munición para la campaña de Sánchez.

De momento ayer todos se esforzaron en estar a la altura con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski. Parabienes y promesa de ayuda militar de 1.000 millones en armamento. Esa fue la respuesta de Sánchez a la pregunta que, días atrás, había formulado Felipe Gonzalez. ¿Por qué no se rompe con Putin, que está provocando muchos más muertos en Ucrania que Israel en Gaza? Respuesta: la ayuda económica y militar a Ucrania. Palmaditas en la espalda. A pesar de que Sánchez gobierna con ministros tan proHamás como proPutin. La hipocresía forma parte de la campaña de promoción de Sánchez. Los ministros de Sumar dicen estar muy enfadados por no haber sido informados de esta ayuda. La pose en el escaparate. Pero fue Felipe VI quien dio un paso al frente al exigir, aprovechando la visita del presidente Zelenski, la retirada inmediata de todas las fuerzas rusas de Ucrania. Eso sí que es coherencia democrática. La de un jefe de Estado comprometido con la defensa de Europa.