De todos los estados que tenía para elegir (entre el del WhatsApp, el del tiempo, los Unidos de América, el físico), eligió el que más le convenía, que resultó ser el de Palestina. A diez días de las elecciones europeas y para que el humo de Gaza le tapase las vergüenzas judiciales de su mujer.
Porque España es un país de pirómanos, de políticos que prenden fuego a cualquier acontecimiento que pase por allí intentando que los periódicos y los votantes miren en otra dirección que no apunte a sus vergüenzas.
Es mejor reconocer un Estado gobernado por un grupo terrorista en el que se persigue la homosexualidad, la discrepancia y cualquier atisbo de libertad, que someterse a las cuestiones de los periodistas por si preguntan por la imputación de su mujer.
Mejor dar dignidad diplomática a un gobierno que viola y tortura a los rehenes (aunque estos sean chicas de apenas veinte años) mientras presumen de ello en redes sociales. Mejor dar categoría de Estado a un grupo de fanáticos que usa a sus civiles como escudos humanos por ver si así consiguen la compasión internacional.
Esto es lo que reconocía Pedro Sánchez el martes por la mañana, en la escalinata de la Moncloa, sin la Casa Blanca detrás. Que le viene bien cualquier conflicto internacional con tal de no tener que dar respuestas al Congreso o a los medios sobre lo que ocurre aquí. «¡Hágase mi voluntad, así en política internacional como en España!».
Con lo sencillo que sería reconocer que descalzaron y dejaron a la intemperie la presunción de inocencia de tal manera para el rival que ahora, cuando la reclaman para sí, ya pocos se acuerdan de lo que es.
Igual que ahora piden respeto para su vida privada Pablo Iglesias e Irene Montero, cuando lanzaron a sus huestes contra cualquiera que no pensara como ellos. Incluida una embarazadísima (de ocho meses) Begoña Villacís.
Suerte que a los demócratas no se nos olvidara entonces que aquello no estaba bien, de la misma manera que ahora somos conscientes de que sigue sin estarlo. Quieren volver a las reglas del juego de una democracia civilizada y con garantías, pero sólo cuando la realidad se les pone en contra.
Habrá que seguirles recordando que esto es una democracia cuando a ellos les va bien torpedear sus instituciones y sus garantías, y también cuando no.
Pero seguro que lo único que no necesitábamos es que Pedro Sánchez reconociese el Estado de Palestina en mitad de una guerra, que no parece una decisión muy inteligente. Podía esperar.
El único Estado que nos urge que reconozca el presidente es el Estado de derecho. Que llegue de una vez a la convicción de que los jueces (aunque la Justicia la tengan atada entre el PP y el PSOE) no están en su contra ni mucho menos al servicio de Feijóo.