- La oposición necesita algún tipo de lema que sintetice el estado terminal del sanchismo y pueda calar en la opinión pública
Los partidos contrarios a Sánchez, PP y Vox, compiten en el panorama político español con una pierna atada, porque carecen de un altavoz televisivo potente. Las cadenas afines al régimen «progresista», que son casi todas, solo les dejan migajas de espacio. Por eso, para aprovechar sus breves ventanas mediáticas necesitan transmitir mensajes muy claros, breves, contundentes y llamativos.
«La Moncloa está investigada por corrupción. Haga lo que debe hacer, acabe con esto», le dijo ayer Feijóo a Sánchez en el cara a cara en el Congreso, abordando con acierto su talón de Aquiles, el caso Begoña (Abascal no le dijo nada, porque andaba por Jerusalén). Es una frase parlamentaria correcta. ¿Pero tiene la pegada que se necesita para que quede fijada en el imaginario colectivo y alimente titulares? No, evidentemente.
No hay que ser un gurú electoral ni un politólogo avezado para saber que el negocio político funciona con mensajes que se vuelven icónicos. Lo hemos visto repetidamente, década tras década. González logró su sensacional mayoría absoluta de 1982 a caballo del lema «por el cambio». Aznar acabó imponiéndose a un felipismo que parecía eterno con su machacón «váyase, señor González» (y luego, ya en el Gobierno, logró que calase el propagandístico «España va bien», que repetían hasta los cómicos que lo imitaban). Sánchez lanzó la andanada que derribó a Mariano repitiendo como un mantra el «dimita, señor Rajoy». Ayuso alcanzó el poder en su primer triunfo electoral esgrimiendo una sencilla disyuntiva que todo el mundo podía entender: «Socialismo o libertad».
Los ciudadanos de a pie no están todo el día pendientes de la política. De hecho a muchos les provoca más bostezos que un disco de John Cage, y no sin razón. Por eso no hay que dispersarse a la hora de comunicar. Sin embargo, nuestra oposición no acaba de fijar un mensaje cerrado, un «váyase, señor Fango», o algo así, que pueda resumir a ojos del pueblo el estado de putrefacción terminal en que se encuentra el sanchismo.
Argumentos no faltan para un «váyase, señor Fango». Cuesta imaginar a un gobernante europeo con más lodo encima:
1.-Su mujer está encausada en un tribunal por corrupción y tráfico de influencias, y él lo ocultó, mintiendo al público y montando la patochada tardo adolescente del retiro de cinco días.
2.-El hombre fuerte con el que llegó al poder del ganchete, Ábalos, ha sido expulsado del PSOE por corrupción y las fuerzas de seguridad dan ya por descontado que estaba al tanto de la trama de mordidas que se tejió en su ministerio.
3.-Hoy el PSOE va a sacar adelante, coaligado con los peores enemigos de España, una Ley de Amnistía manifiestamente inconstitucional, rechazada por la mayoría social, que destroza la igualdad entre españoles y que contradice el discurso más importante del Rey. Una amnistía que el propio Sánchez rechazaba… hasta que una vez más faltó a su palabra.
4.-Su gobierno no gobierna, pues es incapaz de sacar adelante unos presupuestos y nuevas leyes. Además, se muestra ya como un circo a cielo abierto, con su socio de Gobierno, el partido comunista Sumar, votando contra la facción del PSOE.
5.-Los instintos del presidente son manifiestamente antidemocráticos, propios de un autócrata. La higiene en la vida pública no va con él, como se ve en detalles como que Ribera sea a un tiempo candidata y vicepresidenta. O en el uso partidista del Falcon. O en el sometimiento al PSOE del CIS o TVE. O en la manipulación de los datos del paro, confirmada por numerosos expertos y que es de una osadía increíble. O en la persecución a jueces y periodistas cuando sus decisiones o informaciones resultan perjudiciales para los intereses de proyecto de autócrata.
Por todo ello: «Váyase, señor Fango».
A ver si la oposición se centra un poco. Tienen al rival medio grogui. Así que no se dispersen baioloteando a su alrededor y lanzándole pellizquitos, o zumbándose entre sí, en vez de apuntar al mayor problema de España ahora mismo, que es Sánchez con su alocada deriva. Con el escandalazo de su mujer se encuentra contra las cuerdas, acorralado. Lancen el gancho político final que lo mande a la lona de la dimisión. No es tiempo de juegos florales, o de estrategias demasiado estratégicas, que solo entienden en las torres de marfil de los partidos.