Miquel Escudero-El Correo

En mis clases de matemáticas procuro en algunos momentos distraer a mis estudiantes con alguna observación inesperada. Este año he comprobado que ninguno de ellos sabe quiénes eran los hermanos Marx ni conocen tampoco, salvo uno, la existencia de Hitchcock. Es esta una realidad desoladora en el mundo universitario donde me muevo.

No obstante, no tiro la toalla (por cierto, les expliqué el origen de esta expresión que usaban ignorando su origen). No puedo desentenderme de su formación. Intento sembrar, jamás reñir ni incomodar. Generar un ambiente de trabajo con calma y rigor produce beneficios como el de ‘sentirse en casa’. Si diera una asignatura como la que di durante muchos años a los futuros ingenieros, ‘Literatura y ocio’, me gustaría comentar algo que he leído en una publicación inglesa seria. Hace tres años, el 16% de los encarcelados en Reino Unido decía profesar el islam (lo que corresponde a unos 13.000 presos), en tanto que los musulmanes suponen el 5% de los ciudadanos británicos. ¿Cómo interpretar datos así, sin prejuicios y con sensatez? De esos presos solo el 2% está cumpliendo condenas por terrorismo. Y cabe señalar algo que nadie parece saber: el 95% de las víctimas de los yihadistas son musulmanes a quienes consideran apóstatas.

Por otro lado, solo el 10% de la población carcelaria inglesa son mujeres, de las cuales el 80% cumple penas menores de un año, principalmente por robos no violentos. Si bien, como recalca la psiquiatra forense Gwen Adshead, «aunque la mayoría de los delincuentes son hombres, la mayoría de los hombres no son delincuentes».