Conforme pasan los días y se van conociendo nuevos datos -cada vez más escalofriantes- de las andanzas de Begoña Gómez y de la irregular situación fiscal y patrimonial de David Sánchez, el olor a podrido que sale de La Moncloa se expande a los cuatro vientos y su hedor inunda la geografía española. La gravedad de lo que se va descubriendo de la “presidenta del Gobierno”, calificación del fino estilista Patxi López, es de tal dimensión que ya poco importa quienes fueron los que la denunciaron si es que alguna vez importó. En efecto, pretender como pretenden Sánchez y los suyos que la denuncia no ha de tomarse en cuenta debido a quienes son los denunciantes supone una defensa artificial y artificiosa, implica ignorar que un asunto tan escandaloso como el caso de los GAL se detectó, investigó y castigó merced a la denuncia de dos personas tan poco admirables como Amedo y Domínguez. De manera que lo relevante son los hechos cometidos por Begoña Gómez y no quienes sean los que la acusen de haberlos cometido.
Por ceñirnos a la más reciente información publicada, la última peripecia que se ha conocido de la mujer del presidente consiste en haber inscrito en el Registro de Marcas y Patentes un activo inmaterial que no es suyo pese a ser avisada de que no podía hacerlo. De ser cierto, ya no estaríamos ante una conducta que admita valoraciones o interpretaciones sino ante un hecho objetivamente incontestable, pretender apropiarse de algo ajeno. Y, además, no cabría en su favor alegar una posible ignorancia de la irregularidad dado que el vicerrector de la Universidad Complutense ha afirmado que él personalmente le avisó de lo irregular de su pretensión.
No es tampoco baladí lo que se conoce de David Sánchez, el antipatriota hermano del presidente del Gobierno según el uso que éste hace del citado término. Como viene señalando Mercedes Serraller en estas páginas, sus irregularidades laboral y fiscal son ya un hecho innegable, quedando pendiente de descubrir si la dimensión de sus andanzas alcanza también el ámbito penal por posible blanqueo de capitales o por complicidad en la ocultación de los bienes de un familiar, vaya usted a saber cual.
Dispuesto a arremeter, ya sin freno alguno, contra la independencia judicial, la libertad de expresión y el derecho a discrepar de la oposición política
Visto lo que se va viendo, no es descartable que el transcurrir de las investigaciones conduzca a un progresivo agravamiento de la situación ante la Justicia de ambos, Begoña Gómez y David Sánchez. Incluso no puede descartarse que lleguen a ser juzgados y condenados, escenario ciertamente terrible y ante el que el marido y hermano tendría que comparecer ante la sociedad, reconocer las correrías de una y otro, disculparse ante los españoles y presentar la dimisión. Tendría que irse cogido de la mano de la mujer de la que está “profundamente enamorado” según nos relató en su infausta carta y de la del hermano al que tanto admira según confiesa en su libro. No confíen en que así suceda. Todo apunta a que ni con esas veríamos un acto ético en Pedro Sánchez. Es más, en ese hipotético escenario lo más factible es que negara cualquier conducta indebida de sus allegados y achacara la condena al deseo de la extrema derecha judicial que, en connivencia con las ultraderechas política y mediática, quiere acabar con su Gobierno supuestamente progresista.
De modo que, si todo va como parece va a ir, nos encontraremos con un Sánchez atrincherado en su búnker de La Moncloa denunciando a la fachosfera -ese fantasma auto creado que utiliza como el ungüento amarillo- y dispuesto a arremeter, ya sin freno alguno, contra la independencia judicial, la libertad de expresión y el derecho a discrepar de la oposición política. Sin duda alguna, un escenario terrorífico para la democracia española.
Siendo así, es obligado preguntarse por quién o quiénes podrían acabar con el drama que parece avecinarse. No podría hacerlo la actual oposición política pues su representación en el Congreso de los Diputados es insuficiente para sacar adelante por sí sola una moción de censura. Sí podría conseguirlo cualquiera de los grupos parlamentarios que apoyaron la investidura de Sánchez, pero para ello deberían sumar sus votos a los del PP y Vox con el compromiso de que el nuevo presidente elegido con el triunfo de la moción disolviera inmediatamente las Cortes para que los españoles acudiéramos a las urnas. Algo así resulta imposible en los grupos de extrema izquierda pues ya se sabe que en ellos predomina su estrafalaria ideología sobre la ética pública. Tampoco parece factible esperarlo de los independentistas catalanes pues nunca como ahora podrán sacar adelante las pretensiones que obtienen merced a la debilidad parlamentaria de Sánchez. Solo cabe albergar una tenue esperanza en lo que pueda decidir el PNV que, si bien anhela como los anteriores tener a un Sánchez obligadamente arrodillado ante sus exigencias, debe valorar que en una parte de su electorado subsiste un halo de decencia que rechazaría el apoyo en Madrid a un Gobierno gravemente afectado por condenas judiciales en el entorno familiar de su presidente.
Que Lambán no haya querido votar a favor de la execrable Ley de Amnistía y que García Page haya anunciado su intención de presentar contra ella un recurso de inconstitucionalidad no es moco de pavo
Y finalmente queda el PSOE, actualmente predio particular de Sánchez y dispuestas sus huestes a aceptar cualquier conducta de su carismático líder, pero en el que aún quedan algunas voces que se atreven a cuestionar la deriva cesarista de su histórico partido que, hasta ahora, se ha avenido a aceptar la praxis norcoreana con la que se dirige al PSOE y al Gobierno. Que Lambán no haya querido votar a favor de la execrable Ley de Amnistía y que García Page haya anunciado su intención de presentar contra ella un recurso de inconstitucionalidad no es moco de pavo. Son dos militantes o dirigentes activos que se suman así a las críticas vertidas por otros con menor actividad interna pero con indudable caché histórico. Algo parece moverse en el PSOE y no es insensato pensar que algo seguirá moviéndose. La cuestión estriba en averiguar si el movimiento llegará a tener la fuerza suficiente para provocar la salida de Sánchez, no siendo especialmente sencillo que así suceda pues hasta ahora se ha evidenciado que entre los socialistas el apego por el sueldo público suele superar a la conciencia ética y moral.
Rodeado de corrupción
Ésta es la crítica situación de la democracia española en la que cualquier atisbo de esperanza pende tan solo de dos hilos tan débiles o frágiles como son una revuelta interna en el PSOE o un giro del PNV en dirección a la ética pública. De no fraguar ni una ni otra opción, tres años son demasiado tiempo para que nuestro sistema democrático pueda aguantar a un presidente del Gobierno que rodeado de corrupción -no olvidemos las que salpican al PSOE, a varios ministros y a otros altos cargos- está dispuesto a que se queme Roma antes de abandonar el coliseo que ocupa. Ésta es la situación y hay que ser conscientes de ello. A los españoles que no somos ni del PSOE ni del PNV solo nos queda alertar a los que sí lo son para instarles a dar el paso que España necesita. No hay otra.