José Alejandro Vara Vozpópuli

Begoña Gómez, al banquillo de los imputados. Sin precedentes en democracia. Cimbronazo en la campaña de las europeas. Conmoción en el sanchismo. El presidente recurre a su juego favorito: una carta victimista, envuelta en fango, de señalamiento a la oposición, al juez y a los medios

Cimbronazo en la campaña, cambio de guion, sacudida a cinco días de las urnas. El juez Peinado reescribe la historia. Reclama la presencia de Begoña Gómez en el banquillo de los imputados, en un hecho inédito sin precedentes y descuajeringa las expectativas electorales de un Psoe que ya acariciaba un resultado venturoso este domingo. La ira desbordaba la rueda de prensa del Consejo de ministros. Sus cuatro oficiantes aparecieron en avanzado estado de conmoción. «Aquí no hay nada de nada. Absoluta tranquilidad», verborreaba Pilar Alegría, con un decir catatónico e inadmisible. Barbaridades contra la oposición, contra los medios e insinuación de prevaricación contra el instructor. Félix Bolaños contenía su rabia sin demasiado éxito. Óscar Puente mascaba jaculatorias de odio y Emejota Montero susurraba incoherencias desquiciadas.

La estampa de un Gobierno desquiciado. El retrato implacable de una pandilla acabada. El reflejo de un presidente sentenciado. Si actúa en coherencia con su prédica, si asume cuanto hasta ahora ha pregonado, si cumple con sus admoniciones contra la corrupción, debe coger el portante. Por algo diez mil veces menor Rajoy perdió el cargo. Sánchez, hasta aquí has llegado.

El juez Peinado, pese a presiones y amenazas, decidió dar un paso al frente y citar a la esposa del presidente del Gobierno como imputada por de delitos de corrupción y tráfico de influencias

La factoría de propaganda de Moncloa se había quedado seca. Los ochocientos asesores de Bolaños hurgaban en su fatigada inspiración y apenas encontraban ocurrencias ramplonas, lugares comunes, ximplerías. Parecían el rebaño de Panurgo, siempre adelante pero siempre en el mismo sitio. Estaban atascados en el fangal de la ‘ultraderecha’, en el grito contra el la internacional ultra-mega fascista, esa insoportable cantinela monocorde que les salvó los comicios del 23-J (con la ayuda de algunas torpezas rivales) y sin visos de salida. Así iban, al tran-tran, subiendo mansamente en los sondeos y engullendo voto a voto feligreses de Yolanda. Hasta este martes cuando estalló el ‘Begoñazo’. El juez Peinado, pese a presiones y amenazas, decidió dar un paso al frente y citar a la esposa del presidente del Gobierno como imputada por de delitos de corrupción y tráfico de influencias. Será el 5 de julio. Sofocón veraniego y terremoto en Moncloa.

La campaña cambia de signo. Lo habían intentado todo. Sacaron de paseo a Milei y su exabrupto, disputa que duró dos días. Luego fue la lluvia de ofensas a Meloni, que ya le ha arrebatado a Pedro (bellisimo stronzo) el título de superstar europeo. Apenas duró un par de días en la escaleta inchaurronda. Luego la visita de Zelenski, que derivó en una trifulca sobre la venta de armas en el lado siniestro del muro. Finalmente, el papelón de comadrona del Estado palestino, tan ridículo y estrepitoso como las antiparras de Albares.

«Hipócrita, Feijóo oculta que pactaría con Puigdemont», clama Bolaños, sumido en un repente histriónico, quizás ignorante de que es él, y su jefe, quienes le deben el puesto al forajido

La cuestión era salirse del tablero nacional, cuajado de lamparones de pillaje y corrupción. Había que recurrir a la inmensidad de la Pampa o al desierto de Gaza para no chocar con la sospechosa sombra de las andanzas de Begoña, con su rastro delictuoso de Globalias y Barrabés, con los Koldos inabarcables y con la trama de Ábalos que no tiene fin. El sanchismo ofrece la estampa de una cleptocracia insaciable en la que, durante seis años, ha campado a sus anchas bajo el blindaje de una inmunidad asentada en los tenebrosos estados de alarma de la pandemia. Todo eran homilías del gran narciso, tribunales paralizados, Parlamento cerrado, información teleridigida y aplausos en los balcones a Illa y don Simón. Un 1984 truculento y cañí.

«Hacemos lo que podemos, pero realmente es muy difícil», se excusan los ingenios de la Moncloa, al estilo de lo que decía aquel Dios en la novela de Wells. Tan difícil, que hasta ayer se recreaban en retorcer las palabras del líder de la oposición sobre una posible moción de censura para convertirlas en el eje del tramo final de su campaña. «Hipócrita, Feijóo oculta que pactaría con Puigdemont«, clamaba Bolaños, sumido en un repente histriónico quizás ignorante de que son él y su jefe, quienes le deben el puesto al forajido. «Feijóo con Puigdemont, una contorsión que ni Nadia Comaneci«, llegó a bramar la portavoz del Gobierno en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros.

Desesperadamente aferrado a la cantinela del ‘fango’, el ‘bulo’ y los ‘tabloides digitales’ de la ultraderecha, que cacarean luego con un servilismo cerril los militantes de su Gabinete, recibió la citación judicial como un uppercut a la quijada

El PP suele pifiarla en las campañas. Por una vez, el cambio de guion le favorece. Begoña Gómez no ha dado hasta la fecha ni una explicación sobre el largo rosario de movimientos inadecuados en su devenir profesional. Tampoco su esposo ha tenido a bien practicar un ápice de transparencia. Desesperadamente aferrado a la cantinela del ‘fango’, el ‘bulo’ y los ‘tabloides digitales’ de la ultraderecha, que cacarean luego con un servilismo cerril los militantes de su Gabinete, recibió la citación judicial como un uppercut a la quijada de los que tumban castillos. Había recurrido a la farsa de la renuncia, a los cinco días de retiro, a la movilización (escuálida) de sus bases y hasta la manipulación de la Corona. «Es una profesional honesta«, es todo lo que llegó a desvelar sobre las andanzas de su cónyuge. Ni una explicación, ni una declaración, ni un testimonio, ni una documentación. Sólo insultos y más insultos a una oposición y un periodismo que ha tratado el caso con una prudencia y una corrección que no habría existido en el sentido inverso.

El blindaje de la imputada

Antes de que el juez actuara, en Ferraz coreaban una victoria segura. Ganará el PP pero no perderá el PSOE, como explicaba aquí Jesús Cuadrado. Milagros del marketing. Quedarse a tres escaños del PP se vende en el Gobierno cual si fuera un empate técnico. ¿Cómo ha respondido Sánchez a la imputación de su cónyuge? Según lo previsto. Ha recurrido de nuevo a la carta a los creyentes, con exabruptos contra Feijóo y Abascal, ataques al juez, señalamiento a los medios y ni una sola explicación sobre los negocios heterodoxos de su esposa.

Atentos los aludidos que, desde el lunes, su embestida va a ser brutal. Un tipo con querencias absolutistas no se detiene ante nada. Esta su segunda misiva ridícula no busca más que convertir las europeas en un plebiscito a favor de la parejita contra la ultraderecha universal. Y, de paso, un corsé protector de la imputada frente a la acción de la justicia. Sería bueno que las urnas los enviara a ambos de vuelta a casa.