Olatz Barriuso-El Debate

Hay toda una liturgia, casi un ritual político, en torno a la negociación y la presentación pública de los acuerdos de gobierno, en la que la realidad suele ir casi siempre por delante de lo que los partidos van revelando, con exasperante cuentagotas, a la no siempre expectante ciudadanía. Menos aún en el caso del pacto PNV-PSE en Euskadi, que se daba por hecho incluso antes de convocarse las elecciones. De tan cantado que estaba, el candidato jeltzale, Imanol Pradales, ni siquiera echó mano de otra de las tradiciones políticas más arraigadas, la de la ronda de contactos con el resto de fuerzas con representación parlamentaria.

Jeltzales y socialistas tenían callo negociador después de dos acuerdos de coalición consecutivos y han calcado casi con plantilla los pasos a seguir. Veamos. El «preacuerdo» que dieron a conocer el lunes a las 21.15 de la noche se titula ‘Bases para el acuerdo entre EAJ-PNV y PSE-EE (PSOE) para avanzar en bienestar, progreso, autogobierno y la transformación de una Euskadi global’. El de 2020, también un aperitivo antes de descender al detalle, se bautizó como ‘Bases para la reactivación económica y el empleo para la defensa de los servicios públicos y las políticas sociales sobre la base de más y mejor autogobierno’. El constructo semántico apenas mejoraba el de 2016: ‘Pilares para construir una Euskadi con más mejor y empleo, más equilibrio social, más convivencia y más y mejor autogobierno’.

Obsérvese que a) el autogobierno es un asunto troncal (sobre todo para el PNV) y de ahí que aparezca en los tres rimbombantes títulos y b) a pesar de ser un objetivo central, sigue dando vueltas en el limbo y por eso se repite en unas bases (o pilares) tras otras. De hecho, nadie se atreve a descartar que el nuevo estatus y el cumplimiento del Estatuto de Gernika presidieran el frontispicio de una cuarta coalición, si llegara a producirse. Ortuzar cree que si todo va como debe habrá nuevo Estatuto antes del final de 2025 pero, en realidad, lo que ha costado encajar es la referencia expresa al traspaso de las competencias pendientes. La gestión del régimen económico de la Seguridad Social y de las prestaciones por desempleo sigue siendo tabú para el PSOE porque supondría un paso de gigante en el avance pragmático hacia la soberanía, no con proclamas ni planes unilaterales, sino diluyendo hasta el extremo la presencia del Estado en Euskadi.

Aun así, el documento se nos presenta envuelto para regalo antes de lo previsto por razones de urgencia: el PNV necesitaba un señuelo rápido con el que apartar el foco de su batacazo electoral y del creciente runrún interno. Hace cuatro años esperaron un día completo desde la fumata blanca hasta que se hizo público el pacto. Queda, en todo caso, lo mollar, el texto ya cercano al centenar de páginas que desarrolle -más allá de generalidades buenistas- las líneas maestras de la acción de gobierno. Éste se firmará la víspera de la investidura (el miércoles 20) pero no está claro que lo conozcamos íntegro entonces. Hace cuatro años se llegó a firmar un documento velado como un fantasma para no dar pistas a la oposición de cara al debate de investidura. O sea para que la oposición no pudiera sacarle los colores al Gobierno con su propio programa. Teniendo todo esto en cuenta, a nadie le extrañará que cuando nos cuentan que ahora se ponen con lo del reparto de carteras las carcajadas se escuchen hasta en Tombuctú. El plato está más que cocinado pero nos lo sirven, oportunamente, en formato menú degustación.