JON JUARISTI-ABC

  • Resistir solo es vencer en el delirio marxistoide de una izquierda corrupta y totalitaria

El lunes, tras el batacazo, ya habían troquelado los putos esclavos el mantra para el resto de la semana: «Resistir es vencer». Hay que innovar. Uno temía que recurrieran, como en las pasadas legislativas, al «¡no pasarán!». Pero, teniendo en cuenta cómo se alarga la sombra del caso Gómez, mudo ciprés en el fervor de Sánchez, es lógico que no lo hayan resucitado. ¿Quiénes no pasarían? ¿Los jueces? ¿La Fiscalía europea? Se habría entendido así, inevitablemente. Además, a esas horas, ya había pasado todo el mundo hasta la cocina (Le Pen, Meloni, y por supuesto Úrsula, Feijóo, Abascal e incluso Alvise). Lo de «no pasarán» habría quedado un poco chungo. Pero la cosa urgía, y puestos a hurgar en el saco de la basura histórica, sacaron enseguida el segundo eslogan más popular de los perdedores de la guerra civil. Si lo de «no pasarán» se inventó en Madrid, lo de «resistir es vencer» se lo regalaron a Negrín los agentes estalinistas en Barcelona. En Madrid pasaron los que no iban a pasar, y, claro está, en Cataluña la resistencia se vino abajo a la semana y media de equipararla con la victoria. Quedó sobre el campo, eso sí, media quinta del biberón mientras el gobierno de Negrín en pleno se ponía a salvo en la dulce Francia.

Algunos dirán que también Cela se agarró a lo de «resistir es vencer», pero lo hizo con evidente retranca y cachondeo. Resistir solo es vencer en el delirio marxistoide, donde todo aparece cambiado: el mal es el bien, la guerra es la paz, la debilidad la fuerza y cuatro dedos son cinco, como en 1984. A la peña socialista se le nota falta de convicción en el recitado. O sea, a toda la peña, no solo a la portavoza Peña, que hace que la Lastra se confunda en nuestra memoria democrática con Castelar.

Quien lo ha entendido a la perfección, en su original sentido soviético, es la Pirada, puro materialismo dialéctico. Resistir es vencer, o sea, pegarse al sillón ministerial como una lapa. Sumar es restar, cuanto peor mejor, y a eso han venido las barbies rogelias, a echar a los israelitas (sic) desde el río al mar, por ejemplo, y a resistir a la realidad. Ahora bien, lo peor del nuevo mantra está en su semejanza con el marbete de «gobierno de la victoria» que se aplicó a sí mismo el de Largo Caballero, entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, mes en el que los anarquistas y el POUM se le sublevaron en Barcelona, iniciando una guerra civil en el seno de la izquierda. De resultas de la misma, cayó, en medio de un fangal de sangre («obrera», decían los anarquistas), aquel gobierno de coalición que tanto recuerda la macedonia de frutas del sanchismo. Los alardes sociatas de optimismo son para echarse a temblar, como van comprendiendo los que dieron al Puto Amo la mayoría en 2019, o sea, aquellos a los que el confinamiento había metido el miedo en el alma.