Estamos tan acostumbrados en España a recibir con honores a cualquier dictador que se precie e incluso hemos visto felicitaciones de cumpleaños a Fidel Castro un año sí y otro también, que cuando viene el presidente Milei a recordarnos que esos líderes socialistas, como Castro, Maduro, Chávez… fracasaron estrepitosamente y sumieron a su pueblo en la ruina más absoluta, nos molesta.
Tanto molesta, que varios miembros del PSOE, como Patxi López o Maria Jesús Montero, han asegurado que la medalla que se le ha concedido al argentino en la Comunidad de Madrid ha sido por jorobar.
La Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid ya no se otorga «como gesto de cortesía y como reconocimiento y respeto de los ciudadanos madrileños a los representantes de otros países y a los máximos dignatarios de organismos internacionales y de la Unión Europea, en visita oficial a la Región por su labor institucional». No. Eso era así cuando se entregó al entonces presidente venezolano Juan Guaidó, a Zelenski en plena guerra de Rusia con Ucrania o, el año pasado, al presidente de la República de Ecuador, Daniel Noboa.
Seamos claros, todo esto se resume en que don “Cartitas” quiere ser España. Quiere ser la nación, el mundo, el universo y dios, si me apuras
Pero si se le entrega al presidente de Argentina, que no ha necesitado pactar con lo más arrastrado de su país para llegar a la presidencia, sino que ha sido elegido por obtener el 55% de los votos, es un acto de provocación y la medalla se le concede para jorobar.
¿Jorobar a quién? A todos los españoles, por supuesto. Que nos ha insultado a todos. Porque si, como hemos descubierto estos últimos días, la soberanía nacional ya no reside en el pueblo, sino en el Congreso de los diputados, España ya no somos todos los españoles, sino solamente el de “mi mujer y yo”, y que señalen como corruptas las manos de la esposa y del hermano del presidente, que están imputados por currupción, es un insulto a España. Seamos claros, todo esto se resume en que don “Cartitas” quiere ser España. Quiere ser la nación, el mundo, el universo y dios, si me apuras.
No sé ustedes, pero yo no me siento insultada, ni como mujer ni como española, cuando alguien llama corrupta a la mujer de Sánchez. Lo que siento es vergüenza ajena cuando leo en algunos medios que a esa señora se le da la categoría de Primera dama, tratamiento protocolario que reciben los cónyuges del jefe de Estado o Presidente de algunas Repúblicas. Quizá haya que recordar a algunos que insisten en llamarse a sí mismos periodistas y al mismísimo Sánchez, que España no es una República y esa señora, sin estudios universitarios pero con cátedra, no es nadie relevante para este país, a no ser que se demuestre que ha cometido los delitos por los que está imputada, en cuyo caso el título sería el de Primera sinvergüenza.
A mí como española no me ofende que un señor venga a decirme que viene del futuro para advertirme de lo que pasará si seguimos dando alas al socialismo y a las políticas progresistas que lo acompañan. Me molestaba mucho más el anuncio aquél en el que una señora venía del futuro para traerme una lejía. Si vienes del futuro, que sea para avisarme de algo importante, no para blanquear la ropa. Es más, como viajero del futuro, prefiero que me envíen a un presidente y no a una ama de casa con el pelo azul.
Pero lo que me enfurece de verdad, y se lo digo a ustedes con el corazón en la mano, no es que un señor venga a sacar los colores a este Gobierno y ahora estemos en una pelea de patio de colegio de quién insultó a quién primero, lo que me hace hervir la sangre es que mientras los Patxi y las María Jesús de este país se entretienen en atacar y sentirse atacados por el presidente argentino, haya personas, supuestamente opuestas a este Gobierno, que se suben al carro de ridiculizar a los votantes de un señor que le dijo al mundo que hacer lo mismo que te ha llevado a la ruina, después de 100 años y de haber sido el país más rico del mundo, no funciona.
Lo que le han dicho al votante de izquierdas
Aparecen ahora los que se las quieren dar de intelectuales y lanzan interrogaciones al aire preguntándose cuántas páginas de Locke, Constant o Mill han leído los que jalean a Milei gritando “libertad”. No se preguntan si un votante de izquierdas, al que se le prometió que no se iba a pactar con quien se pactó, a quien se le negó mil veces una amnistía que era inconstitucional hasta que dejó de serlo por arte de magia, al que se le dijo que no se subiría impuestos a la clase trabajadora y hace un año contabilizábamos 69 subidas de impuestos… sabe apenas completar un cuadernillo Rubio. No. Se preguntan si la gente que grita libertad ha leído a teóricos economistas.
Pues miren ustedes, no sé si los que seguían a William Wallace gritando libertad sabían leer tan siquiera, pero consiguieron la libertad de su pueblo, que es lo que suele pasar cuando uno deja de aplaudir a quien le miente, le roba y le somete con falsas promesas, mientras se llena los bolsillos y trae el hambre y la ruina a tu hogar.
Harían mejor en dejar su superioridad intelectual en la estantería de sus bibliotecas antes de poner en duda las virtudes de la gente que cree en un partido libertario y darse cuenta de las taras mentales que tiene una sociedad como la nuestra, que parece disfrutar siendo engañada una y otra vez.