José Vico es uno de los meritorios más característicos y empecinados de nuestra República. Da la medida de su idiocia casi a diario, valga como prueba que ayer se proclamaba rendido seguidor de uno de los subproductos más acabados de la patota argentina: “Se me acaba de poner la piel de gallina con este discurso de Gerardo Pisarello”. Pisarello era aquel majadero empeñado en quitar la bandera de España del balcón del Ayuntamiento de Barcelona en pelea con el popular Alberto Fernández Díaz. El discurso de Pisarello centrado en calificar de aullidos los discursos de Vox, emparentándolos con los aullidos de Millán Astray frente a Unamuno, asunto perfectamente descalificado por los hechos, terminaba con una evocación: “Por la memoria de todas las Auroras Picornell, de todos los Puig Antich, de todos los Miguel Hernández…” Hace falta ser idiota. ¿Qué tendrá que ver Miguel Hernandez con Picornell y con Salvador Puig Antich, el último ejecutado mediante garrote vil el 2 de marzo de 1974? Puig fue un militante del MIL, un grupúsculo de pequeñoburgueses catalanes que atracaban bancos para sufragar la revolución. El día que lo iban a detener se montó un tiroteo en el que resultó muerto un joven policía, Paquito Anguas Barragán el 25 de septiembre de 1973. Tuvo la mala fortuna de que algo menos de dos meses después, ETA asesinara a Carrero Blanco y a Puig le aplicaran la pena de muerte, que en otro caso le habría sido conmutada muy probablemente. Al zoquete de Pisarello y al majadero de su fan les convendría leer el artículo que el crítico teatral Marcos Ordóñez escribió en El País y tituló ‘El otro muerto’, este sí, emocionante y traspasado de verdad. En él hablaba de Paquito Anguas Barragán del que se hizo amigo hablando de Hitchcock y de Truffaut, de Godard y de Jean Pierre Melville. Y de Buñuel, sobre todo de Buñuel. Arcadi Espada escribió muy oportunamente que la noche en la que Puig entró en capilla, la izquierda barcelonesa celebraba en Bocaccio el lanzamiento de la revista ‘Por Favor’. Pero de esto qué va a saber Pisarello que por entonces andaba a gatas en la Tucumán donde nació.
Cayetana Alvarez de Toledo tuvo ayer otro de esos momentos que se le presentan los miércoles al interpelar a Félix Bolaños: “Dígalo con claridad: los jueces, elegirán a los jueces y pido la dimisión del fiscal general del Estado. Hágalo ya mismo”. El boludo se salió por la tangente y dijo: “Usted que es una persona leída le recomiendo que se lea la disposición adicional de la proposición de ley que vamos a probar en el Congreso”. Una persona que adolece de lecturas debió decir. Pues uno se va a la disposición adicional y dice exactamente lo que le pedía Cayetana que reconociera. Sin embargo, cuenta Vozpópuli que el ministro Bolaños ha dicho que el acuerdo no compromete al PSOE a impulsar un nuevo sistema de elección de los jueces y que «no es vinculante». ¿Y si Patxi López no estuviese tan equivocado al decir que el acuerdo no incluye «de ninguna de las maneras» que los «jueces elijan a los jueces»? Sí que lo incluye, ya habíamos comentado la insuficiente comprensión lectora de Patxiló, pero con el sanchismo lo importante no es lo que digan los papeles, sino la determinación de pasárselos por la entrepierna, y eso está por ver.
Javier Portillo daba cuenta en Vozpópuli que “Sumar se desmorona en plena refundación. Ni Compromís, ni la Chunta Aragonesista ,ni Més por Mallorca participarán en la mesa de partidos que pretende abordar el futuro del proyecto de Yolanda Díaz tras su dimisión como líder de la amalgama de partidos que forman parte de la coalición. La cita, que se celebra la semana que viene a petición de Más Madrid e Izquierda Unida, tampoco tiene segura la presencia de Ada Colau y Mónica García.” Había una expresión clásica para resumir este estado de cosas: “El último que salga que apague la luz”. Bueno, yo no la apago, que tengo mucho interés en comentar mañana lo de León.