Este verano va a ser cálido. No hace falta estar atento a la meteorología. Si la clase política no se toma vacaciones es señal inequívoca de una revolución en las costumbres o quizá volver a imágenes del pasado. “Hacer de Rodríguez” era expresión muy usada en el Madrid del siglo XX para describir al padre de familia que debía quedarse en la capital por razones de oficio, mientras su familia marchaba a la playa. Una antigualla que tonó cuerpo mucho tiempo antes, durante la Restauración canovista, cuando un político conservador expresó con picardía: “Madrid en agosto y sin familia, Baden-Baden”.
En nuestro caso no será un balneario, aunque tendrá mucho de casino. Que un presidente ambicioso y en precario pase de llamarte por la mañana “extrema derecha” a que por la tarde pacte un acuerdo entrelíneas, exige tener los ojos bien abiertos y poner la moviola para repetir la escena tantas veces como haga falta hasta que se nos fije en la memoria. Protagonistas, dos mandados con mucho uso, Bolaños y González Pons. De extra sin frase -es checa- Vèra Jourová, para confirmar la autenticidad del momento y evitar que algún avieso espectador se niegue a reconocer que eso sucedió y que no era producto de Inteligencia Artificial; al menos en la firma y en las carpetas negras, como corazones de baraja, que se intercambiaron. Una buena noticia que hubo de ser filmada para que nos la creyéramos al tiempo que sonreíamos con malevolencia. Parece que en España se ha perdido la costumbre de reír con ganas, siempre te vence la intención; me temo que hasta en los niños. No constituye un defecto; devino en un hábito.
Parece que en España se ha perdido la costumbre de reír con ganas, siempre te vence la intención; me temo que hasta en los niños. No constituye un defecto; devino en un hábito
En su manera de ser, cuando Pedro Sánchez hace un gesto siempre tiene una intención que no aparece a simple vista. Es normal en política, nada de qué extrañarse. Pero en su caso contiene una constante y es que las palabras no sirven para dar una pista sobre lo que maquina. Incluso puede pronunciar frases que no facilitan intuir sus intenciones, más bien lo contrario. Es marca de la casa. Si asegura que la Amnistía, por ejemplo, no es constitucional, nuestro error analítico está en la simpleza de darle rodeos a la Amnistía, cuando lo que él retiene era algo que creíamos no susceptible de poner en cuestión, que es lo de constitucional. Como si dijera, ustedes denle vueltas a la amnistía y a los amnistiados, que de la Constitución me encargo yo. No tiene ni idea de jurisprudencia, ni falta que le hace, pero conoce a quien puede amañar lo que necesita. Como los conductores de vehículos de alta gama; no saben de mecánica, sólo de lo que precisan para ser más rápidos.
La política española está en boxes porque los mecánicos de Cataluña no alcanzan a ponerla en marcha. El coche es suyo, de eso no cabe duda, pero los subalternos no se aclaran. ¿Debería Salvador Illa optar por una segunda vuelta y repetir elecciones, o aceptar la humillación de no competir con Puigdemont y abstenerse? Descarnadamente debemos partir de una obviedad que no gusta decir en voz alta: lo que opinen los ciudadanos de Cataluña le trae al pairo porque conociendo el paño sabe que tendrá fervientes defensores de una cosa o de la otra. El maestro Pujol demostró paladinamente que la gente podía ser idiota a fuer de fiel, e incluso cómplice, siempre que se mantuviera enhiesta la “virtud” patriótica, su singularidad. Para entendernos, no es lo mismo robar en Barcelona que en otro sitio, y quien no lo capte es que desconoce el valor de las esencias. Jordi Pujol lo escribió para orientarnos al precisar que el hombre que llegaba a Cataluña para trabajar era un individuo “sin hacer”.
La política española está en boxes porque los mecánicos de Cataluña no alcanzan a ponerla en marcha. El coche es suyo, de eso no cabe duda, pero los subalternos no se aclaran
¡Qué gran momento vive Cataluña! Que toda la península esté pendiente de la decisión de sus políticos alcanza lo sublime, que sólo se logra cuando ¡Madrit! espera ansiosa la decisión trascendental de las bases de Esquerra Republicana, todos funcionarios de diverso grado, y las sesudas reflexiones de un exalcalde de Gerona, criado en Amer (2.400 vecinos), Pastisseria Puigdemont. El último hallazgo de su representante parlamentaria, Miriam Nogueras, de Junts, consiste en que Cataluña no aceptará los “menas” que llegan a la Meseta, islas incluidas; otra singularidad. Con esos bueyes hay que arar. No es extraño que el barrio donde se exhiben los restos de todos los naufragios y que en Madrid se llama “El Rastro”, en Barcelona a algo similar se lo conozca como “Los Encantes”. Marca una diferencia de grado sobre la valoración de las cosas, que va más allá de las metáforas.
Sin verano hasta el 26 de agosto
Hasta el 26 de agosto, fecha de caducidad de las elecciones en Cataluña y remate de las decisiones sobre quiénes gobernarán la Generalitat, no habrá verano político propiamente dicho. Sobre el terreno se masca la saliva, la máxima expresión de la inanidad, a la espera del veredicto del presidente Sánchez: seguir, con las mochilas que le pongan, o aceptar las elecciones y que su patentada máquina de fango celestial eche muchas horas y muchos sueldos. Hemos asumido como si fuera normal que un supuesto analista afirme que vivimos los efectos “del fracaso electoral de Feijoo el 23-J” (Xosé Hermida). Tomen nota, las elecciones de 2023 las ganó el que fue derrotado, y no es un bulo porque lo he leído en “El País”. Un delirio con aires de pompa y circunstancia. El nunca suficientemente gratificado Xavier Vidal Folch lo ha precisado tras la última batalla judicial, que aún está en tablas. “Gana Sánchez, por vía del arquitecto jurídico Félix Bolaños”. A veces me cabe la duda si la vejez nos acerca a la tontuna o ya nos venía de lejos, porque serviles nunca creímos llegar a serlo.
El laberinto judicial del que ha salido una solución de momento apaciguadora no dejará de ser un espejismo. Quedan seis meses para saber cómo acaba. De momento lo evidente es que el Presidente ha dejado una advertencia a socios y compañeros de viaje: nadie debe estar seguro de que lo necesito, salvo cuando me apura la necesidad bajo forma de virtud. Por eso él puede pactar sin remilgos mientras sus militantes se mesan la barba admirados por la apostura de su desvergüenza. Ni los vasallos más fieles deben confiar en que la ola que ha levantado en el pantano acabe llevándoselos a todos. En ocasiones es necesario que todo cambie para que todo siga igual. No es una frase del príncipe de Salina en Sicilia sino una adaptación postmoderna del arte de sobrevivir.