IGNACIO CAMACHO-ABC
- El declive físico y mental de Biden es una metáfora de desplome sistémico. El orden liberal clásico se está hundiendo
Hay muchas maneras de perder un debate electoral, pero ninguna tan contundente como la de un presidente que siembra dudas no ya sobre su idoneidad para repetir como candidato sino sobre su capacidad física y mental para seguir el cargo. La lamentable actuación de Biden ante Trump –voz inaudible, incoherencias, olvidos, balbuceos– ha metido en pánico al Partido Demócrata americano, en cuyo seno se ha abierto el tardío debate sobre la conveniencia de remplazarlo. Aún puede ganar por el rechazo que suscita su rival pero claramente no está en condiciones de ejercer el mando. Lo normal sería acompañarlo de un vicepresidente con las aptitudes necesarias para acabar elevado a comandante en jefe. Pero no es tan fácil como parece porque ese puesto suele ser para un representante del ala radical, la más proclive a abstenerse. El desastre fue absoluto, una calamidad frente a un adversario de 78 años que se limitó a ser el de siempre: lenguaraz, despierto, desafiante, capaz de mentir con una frescura insolente.
Mirando a Estados Unidos, el paradigma fundacional de la democracia, o a la Francia partida entre un frente popular tardocomunista y antisemita y una derecha radicalizada, incluso a esa Alemania donde los partidos neonazis se les suben a los tradicionales a las barbas, se entiende mejor el contexto de alarma por la acentuada polarización que vive España. Los regímenes liberales de apariencia más sólida se descomponen a velocidad inesperada al empuje de liderazgos populistas dispuestos a arrasar las pautas de la política clásica. El orden de la posguerra atraviesa una crisis de representación que está hundiendo a las fuerzas moderadas y las condena en el mejor de los casos al triste papel de bisagras inhabilitadas para sostener su antigua vocación mayoritaria. En el escenario global de la posverdad, la conciencia de ciudadanía cede el paso al instinto gregario de las masas encolerizadas.
La decadencia psicosomática de Biden es un síntoma, casi una metáfora, de desplome sistémico. Dominados por el pensamiento ‘woke’, los demócratas se han olvidado de sus votantes medios y de repente han sufrido un ataque de espanto al verse en manos de un candidato anciano y semicataléptico; ya se imaginan al hombre-bisonte regresando tan campante al Congreso con su amenazador gorro de cuernos. La probable vuelta del trumpismo, por el fracaso de su alternativa, dibuja graves interrogantes en una Europa absorta en su agenda y con serios problemas para organizar su propia defensa si Washington altera sus reglas geoestratégicas. Hay una amenaza creíble en el auge de estos nuevos nacionalismos que surfean sobre la ola de las técnicas de propaganda posmoderna. Sin que nos demos cuenta estamos a punto de vivir un cambio de rumbo, un desplazamiento tectónico de los ejes del mundo. Y el domingo, elecciones francesas: ojú, que diría el llorado Antonio Burgos.