IGNACIO CAMACHO-ABC
- Si la Presidencia europea bien vale un pacto, el PP español tiene la oportunidad de reivindicar su peso parlamentario
En el Parlamento Europeo la disciplina de voto -esa especie de mandato imperativo de los partidos- no funciona del modo rígido y automático al que los españoles estamos acostumbrados. Lo que implica que los apoyos hay que ganárselos y que Ursula von der Leyen tendrá que negociar su renovación diputado por diputado ante la sospecha de que el acuerdo con socialistas y liberales no le acabe de garantizar a priori el mandato si se producen fugas en su propio bando. Entre los socios parece improbable que haya muchos desmarques porque tras el varapalo electoral que han sufrido no tienen mejor candidato, pero entre los populares despierta reticencias susceptibles de provocarle un tropiezo inesperado.
La presidenta se está volcando en captar el apoyo de Meloni con la oferta de algún puesto importante de comisario para compensar el portazo que ha sufrido Italia en el reparto de los principales altos cargos. En ese delicado juego de intereses cruzados, el PP de Feijóo tiene la oportunidad de pintar algo si sabe hacer valer su notable peso parlamentario. Eso significa poner condiciones a cambio de asegurar su respaldo. Y hay dos asuntos, uno político y otro socioeconómico, que la derecha liberal española debería amarrar antes de comprometer su sufragio: la posición comunitaria sobre la amnistía y las demandas del ámbito agrario ante el proyecto de reconversión del campo. Es ahora o nunca el momento de dejar claro que el sillón de Berlaymont (Rue de la Loi: calle de la Ley, ojo) bien vale un pacto de mutuos amparos.
Así se funciona en Bruselas. Lobbies sectoriales o nacionales, favores recíprocos, pulsos de influencia. Pedro Sánchez ha demostrado sobrada intuición táctica para moverse por ese zoco de compraventa: incluso en los mecanismos judiciales se las ha apañado para colocar sus piezas. Von der Leyen cuenta con él como contrapeso de la oposición interna que los conservadores alemanes le plantean, con Manfred Weber a la cabeza, y en contrapartida le ofrece salidas de emergencia cuando su arbitrariedad legislativa o su prodigalidad financiera lo meten en problemas. La oposición al sanchismo no dispondrá de otra ocasión como ésta para sacar rédito de su papel en la correlación de fuerzas.
En este contexto, la exitosa -aunque chocante- mediación europea en el conflicto de la justicia debería ser el principio de un esquema estratégico donde el PP nacional se constituya en factor relevante de los imprescindibles consensos y se haga oír antes de que Meloni, más fina de criterio de lo que parecía en sus comienzos, aproveche la situación para abrirse hueco desde el flanco (ultra)derecho. Es mucho más difícil obtener atención sin estar en el Gobierno, pero el voto decisivo para elegir la Presidencia de la Comisión es secreto. Y al fin y al cabo, como dice Felipe González, carece de sentido que no existan muros ideológicos fuera y sí dentro.