Juan Carlos Viloria-El Correo

  • En Francia la gente puede estar a punto de cambiar democracia sin el pueblo por el pueblo sin democracia

Francia vota a los extremos como válvula de escape de una sociedad frustrada por años de elitismo político y puede estar a punto de cambiar democracia sin el pueblo por el pueblo sin democracia. Un prestigioso politólogo francés de Ciencias Políticas, Pascal Perrineau, sostiene que el éxito de los populismos de derecha e izquierda, en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas, es la «válvula de escape» de las capas populares que han visto frustradas sus esperanzas después de veinte años de alternancia en el poder de la izquierda y la derecha. La cuestión es si este voto que ha dinamitado el bipartidismo y ofrece ahora una compleja Francia tripolar es coyuntural o estructural. ¿La indignación y la cólera han enraizado en el país vecino? Lo cierto es que el desgaste de los gobiernos de Sarkozy, Hollande y Macron, ha desembocado en un sentimiento de exasperación social que encuentra eco en el lenguaje de los demagogos de derecha e izquierda y su radicalidad.

La implosión del sistema clásico bipolar, provocado en buena parte por el «macronismo», ha dado a luz un escenario tripolar: un polo nacional-populista representado por Le Pen; un polo de neo-frente-populista de izquierda radical con Melenchón y un polo central. Falta aún la segunda vuelta el domingo próximo, pero todo indica que los franceses están condenados a escoger un líder que diga en voz alta lo que rezuma en voz baja por todos los poros de la sociedad, igual que ha ocurrido con los estadounidenses con Donal Trump y los argentinos con Javier Milei. Ahí estarán los votos rurales y peri-rurales que tienen un sentimiento de relegación y olvido que ya se manifestó con el movimiento de los chalecos amarillos. O en las grandes huelgas y disturbios que desafiaron la reforma del sistema de pensiones del presidente Macron. También, según Perrineau, aflora un voto de castigo anti-élites. El famoso sistema de: la democracia sin el pueblo. La contraoferta que está a punto de triunfar es la deriva populista: El pueblo, sin la democracia.

Parece irremediable una nueva fase de cohabitación, pero ahora no como en tiempos de Mitterrand y Jacques Chirac o Balladour con Jospin, socialista con centro-derecha o a la inversa, sino que sería una inédita experiencia de centro-centro co-gobernando con el nacional populismo del antiguo Frente Nacional de Le Pen, ahora Rassemblement Nacional. Y con el joven Bardella de primer ministro en Matignon. Un RN que prácticamente no tiene experiencia de gobierno excepto en algunos pequeños municipios y como dicen los expertos «poco acostumbrado a las sutilezas del ejercicio del poder». Aunque siempre estará presente el fantasma de activar al sueño de las barricadas si el frentepopulismo de izquierdas no alcanza sus cuotas de poder.