JEAN DESAZARS DE MONTGAILHARD-EL DEBATE
  • La izquierda pretende gobernar y, en ella, los partidarios de Mélenchon quieren imponerse y hacer prevalecer su programa totalmente destructor de la economía y de lo que queda del consenso nacional

Los sondeos se equivocaron masivamente en sus previsiones relativas a la segunda vuelta de las legislativas anticipadas en Francia: lejos de alcanzar el anhelado primer puesto, el Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen y sus aliados conservan su actual tercera posición en la Asamblea, aunque significativamente ampliada. El grupo centrista de Emmanuel Macron obtiene mejores resultados que los previstos y se sitúa en segundo lugar. En cuanto a la alianza circunstancial de las izquierdas y de los ecologistas (Nouveau Front Populaire – NFP) en torno al radicalismo de La France Insoumise (LFI), liderado por Jean-Louis Mélenchon, se adelanta sorpresivamente a todos ellos. En cuarta posición se sitúa el grupo de centro-derecha de origen gaullista, Les Républicains.

Estos resultados conllevan a la vez buenas y malas noticias. Entre las noticias positivas hay que resaltar las siguientes:

– El alto grado de participación: 3 franceses sobre 4 votaron, o sea, un aumento de 20 % en comparación con las legislativas de 2022. En un país donde se decía que la democracia parlamentaria estaba en peligro, indica que Francia sigue siendo un país altamente comprometido con su sistema político, aunque sea para criticarlo.

– La extrema derecha y sus aliados tránsfugos de los Républicains (Eric Ciotti) no van a gobernar Francia. O sea, nos ahorramos un programa económicamente desastroso, desarrollado por un personal político sin experiencia, ignorante de los mercados, focalizado peligrosamente en el tema de la inmigración. Con una política europea que hubiera podido tener un efecto paralizante, sino destructor, para la UE. Sin hablar de la inclinación tradicional a favor de Putin del RN, lo cual hubiera provocado un conflicto permanente con Macron y su política claramente pro-ucraniana. De aquí el alivio en muchos países de la UE y la calma en la bolsa de París. Y muy probablemente el alivio del propio Macron que podrá seguir jugando un papel importante en Europa y de cara a los desafíos internacionales del momento.

–El grupo central de los moderados, compuesto de los macronistas y sus aliados, ha perdido peso, pero menos de lo temido, y conservará un papel clave a la hora de formar mayorías para la aprobación de proyectos legislativos. Si pudiera conseguir el apoyo de lo que queda de Les Républicains no aliados con RN y de algunos socialdemócratas que abominan de Mélenchon, quizás pudiese formarse una suerte de coalición de los razonables. Es sin lugar a duda el sueño actual de Macron, de Gabriel Attal, de Edouard Philippe y de algunos otros. Es de subrayar que la suma de RN y LFI no sería suficiente para censurar un gobierno y exigir la dimisión de Macron.

Sin embargo, el nuevo panorama conlleva noticias alarmantes:

–La izquierda pretende gobernar y, en ella, los partidarios de Mélenchon quieren imponerse y hacer prevalecer su programa totalmente destructor de la economía y de lo que queda del consenso nacional: despilfarro en el gasto público de inspiración keynesiana en un país ya altamente endeudado; crecimiento de los impuestos sobre la renta, el patrimonio y los beneficios empresariales, en un país que ya es campeón mundial de los impuestos; subida significativa del salario mínimo, poniendo contra las cuerdas a numerosas Pymes; vuelta a la jubilación a los 60 años, a pesar de los retos demográficos; admisión de una inmigración masiva; reducción de medios para la policía; preferencia hacia el «comunitarismo» en contra de la tradición laica francesa, con las tendencias extremas que son, entre otros, el antisemitismo pro-palestino («islamo-gauchisme») y la ideología woke. El principal debate en las próximas semanas va a girar alrededor de quién va a ser llamado por Macron a formar un gobierno. Aunque el presidente mantenga a Gabriel Attal a título provisional durante como mínimo los juegos olímpicos, ya ha empezado la pelea entre componentes del NFP para conseguir el puesto.

–Más preocupante todavía, suponiendo que LFI no triunfe con su programa, es la muy probable ingobernabilidad de Francia como mínimo durante un año, plazo durante el cual ninguna disolución es posible. O bien no habrá proyectos de leyes y sobreviviremos con el presupuesto actual; o bien habrá luchas continuas para conseguir mayorías circunstanciales. Eso significa que ninguna de las grandes preocupaciones de los franceses, motivos de la expresión de su cólera durante las europeas y las legislativas, será adecuadamente tratada: el poder adquisitivo, la seguridad y la inmigración, la disminución de la calidad y de la presencia geográfica de los servicios públicos (educación, sanidad, justicia), las consecuencias de la lucha contra el cambio climático, sin hablar del endeudamiento estatal y el nivel excesivo de los impuestos. Solo tal vez la política extranjera permanecerá más o menos a salvo en manos de un Macron que, esperemos, hará prueba de un poco de humildad.

Al fin y al cabo, si por un lado, Macron, con esta disolución injustificable, ha conseguido parcialmente su apuesta de retrasar la llegada al poder de la extrema derecha, también ha pagado un precio demasiado alto, potenciando a la izquierda radical y la inestabilidad. El presidente ha tomado el peligroso riesgo de dejar a su país sin dirección clara, en un contexto en el que va a prevalecer la frustración de gran parte del electorado. Los franceses están hartos de los juegos políticos, pero la situación actual va a potenciar todo tipo de negociaciones, en un país donde la cultura de coaliciones no existe. Los resultados de la segunda vuelta han dependido en muchas circunscripciones de porcentajes minúsculos y de combinaciones y pactos que la gente detesta: con 8,8 millones de votos, el RN ha conseguido 88 escaños, mientras que con 7 millones la izquierda unida ha conseguido 146. Todo eso va a envenenar el panorama durante meses, impedir que las reformas indispensables se lleven a cabo y tensar el juego de un modo tal que Marine Le Pen puede todavía esperar vencer en las presidenciales del 2027.

  • Jean Desazars de Montgailhard es antiguo alumno de la ENA, diplomático e industrial