Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

No sé si la razón ha sido la presión ejercida por la patronal, que se mostró firme desde el principio y se negó a proponer nada, en el convencimiento de que, dijese lo que dijese, iba a resultar inútil, dada la manera con la que la vicepresidenta del Gobierno se dispuso a imponer sus tesis y lo poco dúctil que se muestra ahora en la mesa de diálogo. Hubo un tiempo en que consiguió acuerdos de importancia entre los agentes sociales, pero con el devenir de la legislatura se ha acorazado y avanza como un ‘bulldozer’, ajena a cualquier planteamiento externo. O también puede ser que simplemente se haya dado cuenta de que a día de hoy no cuenta con los apoyos necesarios para sacar adelante sus planes en el Congreso, donde el PSOE suda sangre para obtener los mágicos 176 votos que son necesarios para convertir sus deseos particulares en derechos colectivos.

En efecto, es posible que al PNV le dé igual el contenido del acuerdo, una vez que los trabajadores vascos en su gran mayoría están amparados por convenios que ya recogen límites iguales o incluso menores que los planteados. Pero no creo que le venga bien un nuevo episodio de apoyo al Gobierno en una medida que irrita a la patronal, decidida, además y de nuevo, sin su concurso previo. La postura de Junts es similar. Ni le gusta apoyar al Gobierno sin pasar antes la boina -perdón, la barretina- para obtener alguna prebenda, ni le conviene irritar a su patronal catalana, con la que mantiene un complejo y voluble esquema de amor-odio.

Sea como sea, lo cierto es que la sensatez asoma en la mesa, la parte socialista del Gobierno aprieta y la señora Díaz se agrieta. Así que no se cumplirán los ultimátums y se flexibilizarán las exigencias. La noticia es excelente. No es sencillo determinar si la reducción de jornada planteada, sin rebaja de salario y sin admitir un aumento de las horas extras permitidas, es inocua o desastrosa. Y no lo es porque su impacto sobre la productividad y sobre las cuentas de resultados será muy diferente según el tamaño de la empresa, su posición geográfica y su rentabilidad. Las decisiones muy genéricas y excesivamente homogéneas se acomodan mal con una realidad que es diversa y plural. Es una pena que no dedique tanta inteligencia y tamaño esfuerzo a fomentar la actividad general, en lugar de buscar el contento particular.