PEDRO GARCÍA CUARTANGO-ABC
- Francia se enfrenta hoy a una situación de profunda incertidumbre política y de creciente polarización social
Dos cosas son ciertas tras las elecciones del domingo en Francia. La primera es que la ultraderecha ha quedado lejos de sus expectativas. Y la segunda es que los resultados arrojan un escenario de ingobernabilidad.
De Gaulle volvió al poder tras su retiro en Colombey y fundó la V República en 1958. Su intención era acabar con la inestabilidad mediante un régimen presidencialista con un sistema electoral mayoritario a doble vuelta. Lo que sucedió durante más de seis décadas fue la alternancia entre la derecha y la izquierda con la excepción de la irrupción del macronismo.
Hoy la V República ha quedado tocada de muerte porque ya no son dos sino tres los bloques que aspiran a gobernar. Excluida la formación de Le Pen y Bardella, sólo quedaría una posible alianza entre el Frente Popular y el macronismo, muy difícil por no decir imposible.
Macron puede intentar construir una entente entre los Republicanos, las fuerzas que le apoyan y los 90 diputados obtenidos por los socialistas y los verdes, ambos integrados en el Frente Popular. Parece muy dudoso que lo consiga.
En cuanto al Reagrupamiento Nacional, ha fracasado en su intento de alcanzar el poder, pero ha pasado a ser el primer partido de Francia. Sus 143 escaños son decepcionantes, pero cambia la perspectiva si se tiene en cuenta que la formación era una fuerza extraparlamentaria a comienzos de siglo. En sólo dos años, ha crecido en 55 escaños.
Nadie puede predecir con certeza el escenario político a corto plazo, pero hay que insistir porque es lo esencial en que los cambios estructurales del electorado han provocado una crisis sin precedentes en la V República, obligada a reinventarse so pena de desaparecer. Esta es la tarea que tendrá que asumir un Macron cada vez más desprestigiado y con una fuerte contestación en la calle.
Podría decirse, a juzgar por las movilizaciones de los ‘chalecos amarillos’ y las huelgas contra la reforma de las pensiones, que Francia es un Estado fallido. Siete de cada diez franceses exigen cambios radicales mientras crece el descontento en un país donde la ‘renta per capita’ es de 44.000 dólares.
Por lo tanto, aunque los resultados del macronismo hayan sido mejores de lo esperado, su mentor se enfrenta al gigantesco reto de construir una mayoría y restablecer la confianza en el sistema. De Gaulle tuvo que dimitir tras la revuelta de Mayo del 68 y el fracaso de su referéndum de regionalización. Se fue a casa para no volver. Macron corre el riesgo de no poder acabar su mandato tras verse desbordado por los extremos.
Francia se enfrenta hoy a una situación de profunda incertidumbre política y de creciente polarización social que acerca al país a un escenario semejante al español, en el que tampoco se ha dado un pacto para gobernar entre la izquierda y la derecha.