Gabriel Sanz-Vozpópuli
  • A nadie le gusta que le instalen un centro de menas enfrente de casa, cierto, pero nadie entendería romper ningún gobierno autonómico solo por eso

A todo dirigente político se le presentan hitos que modelan su carácter y su liderazgo, momentos de esos que ponen a prueba ante el electorado el temple y la visión a largo plazo de quien aspira a liderar un país de forma homogénea y solidaria entre todos sus habitantes y territorios. Y Alberto Núñez Feijóo no iba a ser menos.

La encrucijada que le ha planteado su socio Santiago Abascal con el rechazo rotundo al reparto entre autonomías de los 6.000 menores no acompañados (MENAS) que han llegado a las costas canarias, es una de esas batallas que Feijóo está obligado a dar porque, aunque el asunto no concite ni de lejos la atención mediática al bloqueo en el Poder Judicial, por ejemplo, va a dejar huella ante toda España su capacidad de imponerse a los miedos de sus barones… o no.

Y, sensu contrario, permitirá comprobar hasta donde llega el poder de Vox para condicionar los gobiernos que ayudó a formar en junio de 2023; una capacidad que ya vimos fue mucha meses atrás cuando se desató la polémica en Aragón, Castilla y León, Baleares y Comunidad Valenciana, a propósito de la memoria histórica y sus respectivas leyes de Concordia.

Amenaza Abascal, en la habitual estrategia del órdago que practica hacia el PP y poniéndose a la altura de Carles Puigdemont y el resto de dirigentes independentistas que no quieren MENAS en Cataluña, que Vox se irá de los gobiernos de coalición que acepten acoger en sus territorios aquellos que el Gobierno reparta por la Península… Si yo fuera Feijóo, diría: Adelante, rompe

Dice Abascal, en su habitual estrategia del órdago que practica hacia el PP, poniéndose, por cierto, a la altura -insolidaria- de Carles Puigdemont y del resto de dirigentes independentistas que claman para que Cataluña no entre en el reparto de menas, que Vox se irá de los gobiernos de coalición que acepten acoger en sus territorios aquellos que el Gobierno reparta por la Península… Si yo fuera Feijóo diría: Adelante, rompe.

Primero, porque todo lo que no sea ver el órdago de tu cada vez más adversario electoral, y menos socio, apuntalará la idea instalada de que el líder del PP está más temeroso del qué dirá Vox que de lo que piensa el resto de ciudadanos; unos españoles atónitos en su gran mayoría ante la capacidad de presión de un partido que, conviene recordarlo, solo tiene 33 diputados en el Congreso frente a los 137 del PP.

Segundo, porque, en contra de lo que creen Abascal y los suyos, esta es una guerra que, bien explicada, Feijóo puede ganarles entre una opinión pública cansada de citas electorales y, sobre todo, del postureo inane que ha caracterizado la política de nuestro país desde que hace una década se abonó a la inestabilidad.

El peligroso ‘efecto mariposa’

Dicho de otra manera: A nadie le gusta que le instalen un centro de menas enfrente de casa, cierto, pero nadie entendería romper ningún gobierno autonómico solo por eso; como nadie entendió en Cataluña -bien que lo pagaron en las urnas el 12M- que los Comunes de Ada Colau se negaran a aprobar los presupuestos de la Generalitat porque incluía un Hard Rock Café en Tarragona… Una auténtica broma.

Con ese aleteo político irresponsable del que todavía se deben estar arrepintiendo, Colau y los suyos crearon un indeseable efecto mariposa: obligaron a Pere Aragonès a adelantar elecciones autonómicas provocando el sindiós en el que están ahora mismo Cataluña y España, pendientes la una de la otra para saber si Salvador Illa es investido y si Pedro Sánchez puede aguantar sin convocar elecciones hasta 2025.

¿En serio alguien cree que la Armada Española situada frente a las Costas Canarias a modo de bloqueo podría hacer otra cosa que auxiliar a los que vienen desde Mauritania en cayucos y llevarlos a algún puerto… canario? ¿Conoce el portavoz parlamentario del PP eso que coloquialmente llamamos la ‘Ley del Mar’?

Sí, las urnas las carga el diablo y parece que Santiago Abascal todavía no se ha enterado; esperemos que Feijóo se lo aclare plantándose y lanzando un mensaje claro de que con la estabilidad de sus gobiernos no se juega; que el presidente del PP no haga la esfinge a la espera de que los barones populares le saquen las castañas del fuego negándose a un reparto de menores inaplazable si no queremos que Cañarías colapse.

Y por último: al margen de cómo reaccione el PP al oportunismo de los socios, lo que nunca será de recibo es vincular inseguridad a inmigración, alimentar bajas pasiones en el electorado, desatar el miedo irracional al otro; ningún partido que aspire a gobernar debe siquiera coquetear con la idea de que éste país de emigrantes a América y a Europea que fuimos hasta hace no tanto tiempo, está hoy tan asediado por los bárbaros del sur que ha solo le queda un imposible bloqueo naval para impedir el desembarco de hordas de desarrapados.

¿Cómo cabe interpretar, si no, la propuesta del portavoz parlamentario popular, Miguel Tellado, para que nuestros barcos militares luchen contra el tráfico de seres humanos desde África? ¿En serio alguien cree que la Armada Española situada frente a las Costas Canarias a modo de bloqueo podría hacer otra cosa que auxiliar a los que vienen desde Mauritania en cayucos y llevarlos a algún puerto… canario? ¿Conoce Tellado -como la conoce cualquier gallego que se precie, dicho sea de paso-, eso que coloquialmente se llama la Ley del Mar?… Apuesto a que sí.