Carlos Barrabés y Begoña Gómez venían manteniendo un principio de reciprocidad que se conoce con el aforismo ‘do ut des’ (doy para que me des) váyase lo uno por lo otro. Barrabés había impulsado el master de la catedrática en Transformación Social Competitiva y en justa compensación, la hija de Sabiniano había firmado dos cartas de recomendación en su favor que se tradujeron en cinco contratos firmados con organismos dependientes del Gobierno durante año y medio, a saber: tres de Red.es, uno del C.S. de Deportes y uno de Renfe por un total de 15,3 millones de euros. Hemos visto en estas páginas dos de esas recomendaciones, ambas con la firma de Begoña al pie, lo cual permite colegir que la de Sánchez tiene una firma cotizada: más de 7,5 millones la unidad.

Sabíamos que Carlos Barrabés llevaba unos días ingresado en la unidad de enfermos graves del hospital 12 de Octubre, lo que llevó al juez a citarle en plan prueba preconstituida, lo que obligaba a la investigada Gómez a estar presente con su abogado. Al parecer, el enfermo ha entrado en fase de mejoría y la declaración no se le tomará en el hospital sino en los juzgados de Plaza Castilla, por lo que no será necesaria la presencia de la investigada Gómez, ni la de su defensor Camacho.

El marido de Begoña se habrá permitido un suspiro de alivio, aunque no muy profundo. Forzosamente habrá sentido en sus carnes la orden conminatoria del juez para que se presente el lunes, día 15 en el juzgado, advirtiéndola de que si no acude o no alega «causa justa» para su ausencia podrá dictar contra ella una «orden de detención». Esto ya era muy vejatorio de por sí, aunque la obligación se haya quedado en nada al ser dado de alta, pero los monarcas absolutos tienden a tomárselo a mal. Por la intención. Recuérdese el precedente a Alfonso VI, obligado a jurar en Santa Gadea  no haber tenido arte ni parte en lo de su hermano. El Cid le tomó juramento y no hubo más, pero el Rey guardó memoria y decretó el destierro que se cuenta en el Cantar de mío Cid.

La noticia es para celebrarla, mayormente por lo que nos vamos ahorrar en el aparato de seguridad, que el pasado viernes consistió en 21 furgones, 200 agentes, drones y un helicóptero. A la Moncloa le gustan así las cosas, sin sorpresas y por eso recomendó llevar más policías que manifestantes, aunque contásemos como tales a los periodistas. Y todo para un futurible que no se produjo: la posibilidad de que la integridad de la mujer del presidente corriese algún peligro por presuntas y no esperables agresiones de los concentrados. Es de suponer que el despliegue se repetirá el día 19, pero al menos nos habremos ahorrado el alarde del día 15. Menos da una piedra. Lo cierto, con todo, es que Bego Pillafondos se encuentra cada vez en una posición más comprometida que la víspera. Algo parecido le pasa a su marido. A estas alturas es difícilmente imaginable que el rector de la Universidad Complutense acudiera a la sede de la Presidencia del Gobierno  para mantener una entrevista con una aspirante a catedrática sobre la cátedra que iba a crearle. Y convocado por una funcionaria pagada con dinero público, que es la forma más indolora de sufragar vicios privados.