Pedro Chacón-El Correo

  • Pretenden que Dufau es el no va más de la presencia nacionalista en Francia

Algunos de por aquí tenemos ya tan calada a la llamada izquierda abertzale que artículos como este nos salen de un tirón, casi sin tener que pensar en lo que vamos a decir, de pensado que lo tenemos. Pero, aun así, los portavoces de esa corriente política repiten este tipo de cosas y no se dan cuenta de que están más vistos ya que el TBO. Aunque también les reconocemos la inventiva para sacarse de esa chistera enmohecida de vez en cuando sus conejillos novedosos con los que adornar lo que mil veces nos han mostrado ya: que van a lo suyo y que les importa una higa lo que piense la sociedad de ellos.

Durante más de cuarenta años nos han dado la matraca de la lucha del pueblo y de los sacrificios que había que arrostrar, amargándonos la vida todo lo que pudieron. Ahora han cambiado las tornas y están con eso tan insólito de la paciencia «estratégica», que hay que gestionar con humildad «estratégica». De modo que todo lo que antes era a sangre y fuego ahora se ha convertido en santidad espartana, en bondad infinita, en una especie de benevolencia ermitaña que les hace decir amén a todo lo que dicen los demás, convencidos de que en la próxima legislatura, a lo más tardar, llegarán a Ajuria Enea según lo previsto.

Esperemos que no se cumplan sus vaticinios por el bien de nuestra sociedad. Dos cosas a comentar entre las últimas que hemos tenido ocasión de conocer de ese mundo. La primera, eso de que «los vascos no rendimos pleitesía a ningún Borbón», por la visita de Imanol Pradales al Rey con motivo de su nombramiento como lehendakari. Convertir lo que debe ser normalidad institucional en una especie de afrenta a los vascos no tiene un pase, por la manifiesta ignorancia histórica que demuestra.

Cualquier colega de historia contemporánea podría sacar, de una tacada, unas cuantas ocasiones históricas donde los Borbones fueron decisivos en el desarrollo del País Vasco que conocemos hoy. A mí, a bote pronto, se me ocurren tres. La primera con ocasión del acceso al trono de España del primer Borbón, Felipe V, con ocasión de la Guerra de Sucesión. El apoyo dado por las instituciones vascas a la nueva dinastía significó convertir estos territorios en «provincias exentas», con todos los beneficios que ello supuso. A diferencia de lo que ocurrió con la Corona de Aragón, que por apoyar al archiduque Carlos de Austria se quedaron sin sus fueros. Eso supuso una diferencia significativa entre los territorios vascos y los catalanes, en el seno de la Corona hispánica, a favor de los primeros, con las consecuencias de primer orden conocidas.

La segunda, con ocasión del reinado de otra Borbón, Isabel II, que no se distinguió por sus virtudes morales precisamente, pero a la que los fueristas moderados sí que rindieron pleitesía. Basta con conocer un poco la biografía de uno de los grandes políticos de nuestro siglo XIX, Pedro de Egaña, para saber lo mucho que obtuvieron entonces de Madrid los fueristas y del poder que alcanzaron las diputaciones forales vascas. De hecho, la época quedó bautizada como la del ‘oasis foral’. Y una tercera ocasión en la que un Borbón favoreció al País Vasco la tuvimos con Alfonso XIII, bajo cuyo reinado se pusieron en marcha, en Oñate, en 1918, primero la Sociedad de Estudios Vascos, que fue perdiendo el lustre inicial hasta quedar convertida en la actual y poco integradora Eusko Ikaskuntza, pero que tuvo la virtud de poner en marcha, al año siguiente, la actual Euskaltzaindia, en origen Real Academia de la Lengua Vasca.

Ya ve esta izquierda abertzale cómo los Borbones favorecieron y estuvieron muy presentes en el desarrollo de lo que hoy son símbolos y situaciones favorecedoras de la realidad vasca actual, como para proferir esa expresión de ignorancia extrema de «pleitesía» que no viene a cuento, propia de alguien que no conoce nuestra historia hasta extremos lacerantes. A lo mejor es que estaban muy emocionados con el triunfo de Peio Dufau en las legislativas francesas en una parte de lo que se llama Iparralde, en concreto la circunscripción 6ª del Departamento de Pirineos Atlánticos, que supone colocar a uno de los suyos en la Asamblea Nacional francesa.

Pero baste decir que lo que reclama la izquierda abertzale en Iparralde se podría equiparar, siendo muy generosos, con el autonomismo de La Rioja o de Cantabria. En realidad, qué más quisieran en Iparralde que tener las condiciones autonómicas de esas dos comunidades españolas. Pero estos de la izquierda abertzale de aquí nos quieren hacer creer que lo de Peio Dufau es el no va más de la presencia nacionalista en Francia. Eso sí que es pleitesía, la de la izquierda abertzale a Francia, una nación-estado que no les concede ni la décima parte de las competencias que ha logrado el nacionalismo en España.