Cristian Campos-El Español

 

El 13 de julio de 2014 Pedro Sánchez sucedió a Alfredo Pérez Rubalcaba al frente de la secretaria general del PSOE tras imponerse en las primarias del partido con el 49% de los votos frente al 36% de Eduardo Madina y el 15% de José Antonio Pérez Tapias.

Hoy, 13 de julio de 2024, se cumplen por tanto diez años de la mayoría de edad política de Sánchez. Del momento en que los militantes socialistas coronaron al primer líder español que comprendió, asimiló y aplicó los modos de la política del siglo XXI. Una política más personalista, tacticista, populista y mediática. También más peligrosa.

La derecha debió sin embargo esperar hasta 2019, el año en que Isabel Díaz Ayuso llegó a la presidencia de la Comunidad de Madrid, para conocer esos modos. Esos cinco años de retraso son la razón de que la Moncloa esté hoy en manos del PSOE y no del PP.

Lo que llegó después del 13 de julio de 2014 ha sido una de las trayectorias más polémicas de la historia de la democracia. Pedro Sánchez no ha dejado a un solo español indiferente. O se le odia o se le adora, y en este último caso no tanto por méritos políticos propios como por su habilidad para bloquear el acceso al poder de la derecha. Sánchez es en cierta manera un héroe en negativo, admirado no tanto por lo que hace, como por lo que impide: la alternancia democrática.

Este artículo no puede aspirar a la imparcialidad en las opiniones, pero sí a la objetividad en los hechos. Intentaré citar diez hitos positivos y diez negativos de la carrera de Pedro Sánchez en los que tanto admiradores como detractores podrían estar de acuerdo.

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Vamos con lo positivo.

Ni el más furibundo odiador de Pedro Sánchez podrá negar, por ejemplo, que la imagen internacional de Pedro Sánchez es mayoritariamente buena (1er hito positivo). Que su inglés es tan correcto como apañado, a diferencia del de Rajoy y el de Feijóo, y que Ursula von der Leyen le adora, lo que no es una ventaja menor tratándose de la presidenta de la Comisión Europea. La imagen internacional de Sánchez es, en fin, la de un líder socialdemócrata moderado.

¿Un espejismo? Puede ser. Pero ha colado.

También cabe incluir en el haber de Pedro Sánchez los 163.000 millones de euros de los fondos europeos, enmarcados en el llamado Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (2º hito positivo). De esos 163.000 millones, 83.160 corresponden a transferencias no reembolsables. Es decir, a cantidades «a fondo perdido» que no hay que devolver. El resto son préstamos, y están siendo invertidos mayoritariamente en la modernización y la digitalización de la industria y las pymes.

También cabe atribuir a Sánchez la conocida como «excepción ibérica», el mecanismo temporal de corrección de precios autorizado por la UE para España y Portugal, y que ha permitido abaratar el precio de la factura eléctrica después de que se disparara el precio del gas tras la invasión rusa de Ucrania (3er hito positivo).

Llegamos a un punto doloroso. Pedro Sánchez no ha logrado solucionar el eterno problema del mercado laboral español ni descabalgar a España del liderato del ranking del paro en la UE, pero la economía española y el turismo (4º y 5º hitos positivos) continúan dando señales esperanzadoras. El turismo, en concreto, es la primera industria nacional. España ingresará casi 60.000 millones de euros este verano gracias a él.

Más hitos positivos. El escudo social. Este pasado mes de febrero, el Gobierno subió el SMI a 1.134 euros al mes. En 2020 había aprobado el ingreso mínimo vital (6º hito positivo). La pensión de jubilación media se ha incrementado un 27% durante los últimos cinco años (7º hito positivo). Y se ha anunciado ya la ampliación de la baja por nacimiento a 20 semanas (8º hito positivo).

También podemos incluir entre los hitos positivos el pacto con el PP para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (9º hito positivo) en unos términos que, sin ser ideales, sí abren la puerta a una reforma del sistema que reduzca la influencia política en el Poder Judicial y aumente la autonomía de los jueces.

Por supuesto, todo eso son, de momento, castillos en el aire. Pero son castillos en el aire que no existían hace apenas dos meses.

Citaré, finalmente, una gestión de la Covid (10º hito positivo) que, pese a sus claroscuros, y entre ellos el del inexistente comité científico en el que supuestamente se basaban las decisiones del Gobierno, llevó a España a liderar durante varios meses el ranking de los países con el mayor nivel de pautas de vacunación completadas.

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Vamos ahora con lo negativo.

El reconocimiento del Estado de Palestina, las polémicas diplomáticas con Argentina, las felicitaciones de Hamás y su alineamiento con el Grupo de Puebla, del que Pedro Sánchez es miembro, han empañado en buena medida esa buena imagen internacional de la que hablaba antes (1er hito negativo).

Aunque quizá nada haya hecho tanto daño como esa carta a la ciudadanía que se interpretó internacionalmente como un teatro melodramático impropio de un político serio.

Los indultos a los líderes del procés, primero, y la ley de amnistía, después, son sin duda alguna dos de los hitos por los que Pedro Sánchez pasará a los libros de historia, y no precisamente para bien (2º hito negativo). Cabe añadir aquí también la reforma del Código Penal para la eliminación del delito de sedición y la reforma del de malversación en beneficio de los independentistas corruptos. Reformas cuyo único objetivo era el de garantizar la permanencia de Sanchez en la Moncloa (3er hito negativo).

Y aunque la maternidad de la ley del ‘sí es sí’ cabe atribuirla a Irene Montero, resulta imposible no hacer también responsable de ella a un Pedro Sánchez que sólo corrigió la lamentable técnica jurídica de la norma cuando sus estragos estaban ya a la vista de todos los españoles (4º hito negativo). Gracias a esa ley, más de 1.300 violadores, pederastas y agresores sexuales han visto su pena reducida o han sido liberados de prisión antes de lo previsto por la norma anterior.

Pedro Sánchez es también el culpable de que Pamplona sea hoy una ciudad gobernada por EH Bildu (5º hito negativo) y de una ley de memoria histórica que no incluye a las víctimas de ETA, que alarga el franquismo hasta los primeros meses del gobierno de Felipe González y que, en general, distorsiona la realidad de la Guerra Civil en beneficio de la propaganda izquierdista (6º hito negativo).

La polarización de la ciudadanía española y el «muro» que el presidente se vanaglorió de haber levantado para marginar a la mitad de los españoles son atribuibles también a un Sánchez (7º hito negativo) que no deja pasar una sola semana sin generar un conflicto artificioso que genere el ruido suficiente para tapar los escándalos que afectan a su círculo personal y familiar más íntimo.

La demonización de los medios de comunicación críticos, y los calificativos de «fango» y «fachoesfera» para cualquier periodista o cualquier información que le perjudique, son otras de las creaciones de Sánchez que merecen la censura de cualquier demócrata. La ley de medios anunciada por Sánchez, una norma de censura pura y dura destinada a asfixiar económicamente a quienes difundan noticias perjudiciales para él, es sólo el remate de una estrategia trumpista (8º hito negativo) difícilmente compatible con los estándares democráticos europeos. Veremos qué ocurre con ella.

Las cartas a la ciudadanía, de las que ya llevamos dos entregas, son, quizá, el suceso más extraño de su biografía política (9º hito negativo).

Sea cual sea la motivación de esas cartas, que hoy sólo conocen Pedro Sánchez y su esposa Begoña Gómez, lo cierto es que han dado una imagen del propio presidente, del Gobierno español y de España y los españoles en general francamente mejorable. Nunca es bueno convertirse en el hazmerreír de quienes te rodean.

Finalmente, un hito que podría haber incluido también en el apartado positivo, pero que, bien pensado, cabe incluir en el negativo. El tacticismo extremo del presidente, que le ha llevado a la demolición de los contrapesos democráticos, al asalto de instituciones como el CIS, la Fiscalía o el Tribunal Constitucional, y a una constante ‘doctrina del shock’ que ha convertido la política española en un tiovivo polarizador del que resulta difícil escapar.

Sánchez es el responsable de que la política haya ocupado hasta el último resquicio de las vidas de los españoles, y eso es, de largo, el peor de sus legados (10º hito negativo).