- Al final del camino sólo nos espera asistir a un fracaso gubernamental completo. Con, o sin Begoña Gómez
Tras la cita electoral del 23 de julio del año pasado, era fácil calibrar que esta legislatura resultaría tan yerma como inviable. El segundo partido en aquellas elecciones, el PSOE –con 16 escaños menos que el partido ganador, el PP–, optó por el pésimo camino de obtener la investidura del Sr. Sánchez a base de pactar con los peores. La amnistía, que el PSOE declaró inconstitucional hasta el mismo 23 de julio, se convirtió luego en el arco de bóveda para que el Sr. Sánchez, –empeñado en hacer de su necesidad virtud de todos en vez de hacer de la virtud general necesidad particular–, obtuviera su investidura el pasado mes de noviembre. Se reagruparon ahí, Sumar, hoy ya irreversiblemente cortocircuitado, del que luego se escindieron los diputados de Podemos; Bildu, legatarios del terrorismo etarra; y ERC y Junts, los golpistas carlistas de Cataluña del 1 de octubre del 2017.
Sí, la amnistía, rechazada por la gran mayoría de los españoles, una ley de corrupción política elaborada por sus propios beneficiarios, con ruptura de los principios de igualdad y de separación de poderes, se ha convertido en la única ley, junto con la desconocida ley de enseñanzas artísticas, en lo que llevamos de legislatura. La amnistía ha sido la Ley clave para que Sánchez obtenga el gobierno, a cambio de siete votos. Y hoy, esa ley se arrastra en cuanto a su devenir, que el Tribunal Supremo no aplica en cuanto al delito de malversación de caudales públicos. Vamos, una producción legislativa raquítica y perjudicial para el curso normal del país.
El resultado, ocho meses después de la investidura del presidente Sánchez, es el esperado: una legislatura desierta, inane. Con tal vacío legislativo, sucede lo que era inevitable desde el primer día: el abandono de las políticas sustantivas que justifican la existencia de un gobierno. No oirán hablar nada de ninguna de las reformas que necesita España: nada en materia de educación, de vivienda, de sanidad, de mejora de los servicios públicos, de ganar en competitividad, de atender a una juventud que se nos va quedando atrás. Nada, sencillamente porque todo lo que tenemos es un gobierno que no gobierna, no sabe y no puede.
Se han pedido infinidad de explicaciones en la vida política nacional, en medios de comunicación, en sede parlamentaria, con un resultado literalmente cero
En esas circunstancias de inanidad, de polarización, de muros absurdos entre españoles, puede suceder cualquier cosa inesperada y dañina en términos sociales. Y aquí, desde el pasado mes de febrero, en que estalló el caso de corrupción Koldo, se han ido abriendo las puertas del caso Begoña –mujer del presidente–, o de su hermano, ambos investigados por sendos juzgados de instrucción de Madrid y Badajoz.
Hasta hemos tenido, el pasado abril, cinco días de ejercicios espirituales del presidente –en realidad, una pura charlotada–, que concluyeron con una llamada de atención a los medios de comunicación. Todo entre denuncias de bulos, de fango, de absurdos carentes de sentido con la única finalidad de proteger a su mujer. Se han pedido infinidad de explicaciones en la vida política nacional, en medios de comunicación, en sede parlamentaria, con un resultado literalmente cero. Todo ha consistido en utilizar las ruedas de prensa del Consejo de Ministros, o los portavoces del propio PSOE, o ministros de medio gobierno, para no dar una sola explicación absolutamente de nada en cuanto a las actividades de Begoña Gómez.
Y así, en ese vacío inhóspito, se llegó al pomposo pleno parlamentario del pasado miércoles, bajo el insólito título de un Programa de Regeneración. Se podía esperar que se nos hablara, si de regeneración se trataba, de cosas como el CIS, del Fiscal General del Estado, de RTVE, de tantas instituciones colonizadas desde el gobierno. Pero no, el tema que sobrevolaba no era otra que Begoña Gómez, envuelto en una fruslería sin contenido alguno a propósito de los medios de comunicación. Tan vacío resultaba, que los propios socios parlamentarios del gobierno tildaron aquello como de una tomadura de pelo. Y sin embargo, quien dio en la diana fue el portavoz parlamentario del PNV, Aitor Esteban, que dijo: “Me sorprende que nadie diga que hay cosas que no se deben hacer, no porque las prohíba la ley, sino porque no se deben hacer. Hay límites más allá de lo legal. Es puro sentido común. Hay cosas que no se deben hacer y hay que decirlo”. Es exactamente así, más allá de que los hechos por los que se investiga a la mujer del presidente sean o no delito, hay cosas que no se deben hacer. Y en medio de esa absurda sesión, el conocimiento de que la Universidad Complutense pedía al juez Peinado que investigara una posible apropiación indebida por parte de Begoña Gómez, vista su falta de colaboración desde hace más de un mes.
No hay diferencia en la conducta de Vox respecto de ERC y Junts, que se oponen también a la acogida de Menas en Cataluña. La misma extrema derecha, carlistas todos ellos, pues, para la misma situación, aunque lo de Cataluña lo calle el Sr. Sánchez
Era un momento tan terrible, que propiamente requería levantar la sesión carente de cualquier sentido. Esa posición de la Universidad Complutense no era ningún bulo. A diferencia del que emitió en su día el presidente Sr. Sánchez en sede parlamentaria cuando pretendió acusar al líder de la oposición, Sr. Núñez Feijóo, de negocios de su mujer; bulo absoluto. Como bulo resultó, en ese mismo debate del miércoles la pretensión del presidente de que el PP había secuestrado un libro en Galicia. Es de primero de educación básica que los libros no los secuestran los partidos, sino en todo caso los jueces. En esa política de fango y bulos denunciada una y otra vez por el presidente del Gobierno, es sorprendente que no haya constancia de ninguna querella por injurias o calumnias, de ninguna acción civil con arreglo a la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, legislación vigente en España desde hace muchas décadas –y perfectamente reguladas legalmente– y que nadie, a lo que se ve, ha emprendido contra ningún medio de comunicación.
Begoña se negó a declarar
Más parece que el auténtico asidero del presidente del Gobierno en esta legislatura inviable consiste en lanzar puyas y denuestos contra el PP en relación a la extrema derecha, sea Vox o Alvise, a los que cita sin parar en cada intervención. Cuando resulta que la extrema derecha carlista de Vox ha roto los gobiernos regionales con el PP a cuenta de cuatrocientos Menas en Canarias que han de ser distribuidos en el resto de la geografía nacional. Aparte de resultar de una insolidaridad alocada, no hay diferencia en la conducta de Vox respecto de ERC y Junts, que se oponen también a la acogida de Menas en Cataluña. La misma extrema derecha, carlistas todos ellos, pues, para la misma situación, aunque lo de Cataluña lo calle el Sr. Sánchez.
Cuando las legislaturas, a la vista de todos, se alargan en la inanidad, en el vacío, en el desvarío sobre los problemas cotidianos de los españoles, al final del camino sólo nos espera asistir a un fracaso gubernamental completo. Con, o sin Begoña Gómez, que se negó ayer a declarar acogiéndose a su derecho constitucional. Pues, reiterando a Aitor Esteban, simplemente hay cosas que no se deben hacer, más allá de lo legal. Es puro sentido común.