Agustín Valladolid-Vozpópuli

La diferencia fundamental entre Hernández de Cos y Escrivá es que el primero sale del Banco de España con la reputación reforzada mientras el ministro ha dilapidado en estos años el prestigio que atesoró en la AIREF

Si en enero de 2020, al poco de terminar su mandato como presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), José Luis Escrivá Belmonte (Albacete, 5 de diciembre de 1960), hubiera optado a ser elegido gobernador del Banco de España (BdE), muchos habríamos aplaudido la intención. No todos, cierto, porque hay quienes coincidieron con el hoy ministro en alguno de sus anteriores destinos profesionales y quizá no hubieran reaccionado con tanto entusiasmo.

No hubo caso, porque el puesto de gobernador ya tenía dueño. Pablo Hernández de Cos había sido nombrado en junio de 2018 y todavía tenía por delante cuatro años de actividad en el viejo Palacio de Alcañices. Tras su obligado cese el pasado 11 de junio, la opinión general sobre el trabajo realizado en estos seis años por el gobernador saliente concuerda en destacar su profesionalidad y su escrupuloso respeto a la Ley de Autonomía del Banco de España, que en su exposición de motivos establece la exigencia de que, “en el ámbito de la política monetaria, el Banco no esté sometido a instrucciones del Gobierno o del ministro de Economía y Hacienda”.

¿Puede un presidente al que le tumban la senda fiscal nombrar sin más apoyos que el de su santa voluntad al gobernador del Banco de España? Puede. Y salvo advertencia severa de Bruselas o Frankfurt, lo intentará

La gestión realizada por Hernández de Cos ha sido determinante en la mejora de la imagen del BdE, aspecto este no menor por cuanto ese salto reputacional también redunda en el crédito de España. Solo por esa razón, por el riesgo evidente de que una mala elección pudiera derivar en un deterioro del prestigio país, Pedro Sánchez debería descartar cuanto antes una nueva colonización institucional nombrando gobernador del Banco de España a un miembro de su Gobierno. Máxime si estamos hablando de alguien que se ha caracterizado por un inesperado sectarismo y una muy discutible gestión, poco compatible con las recomendaciones del Banco Central Europeo.

Un documento incómodo

La diferencia fundamental entre Hernández de Cos y Escrivá es que el primero sale del BdE con la reputación reforzada, y el día de mañana podría ser un verosímil ministro de Economía, mientras el titular de la cartera de Transformación Digital ha dilapidado en estos años el prestigio que atesoró en la AIREF. Como presidente de la Autoridad Fiscal, a Escrivá no le tembló el pulso a la hora de señalar el descontrol presupuestario y el incremento del déficit de las administraciones públicas. Como ministro, ha justificado sistemáticamente decisiones más que heterodoxas de política económica que han agudizado la vulnerabilidad de la economía española -empezando por una deuda que se ha incrementado hasta situarse en estos años más de 30 puntos por encima de la media de la eurozona-. Y sin avanzar de forma significativa en ninguno de los problemas estructurales que lastran el progreso de nuestro país y sobre los que el BdE volvió a alertar en su último informe anual.

El Escrivá ex presidente de la AIREF podría haber sido un buen gobernador del Banco de España. Sobre el Escrivá ex ministro, si nos atenemos al rastro que deja su más reciente trayectoria, se cierne la legítima sospecha de que su aterrizaje en la sede del antiguo Banco Nacional San Carlos iría acompañado de un incremento del tutelaje gubernamental de las entidades bancarias, factor este más conectado de lo que a simple vista parece con el plan de regeneración que proyecta el Gobierno.

Con Escrivá no se busca el consenso, sino atar corto a los señores de la banca -todavía más corto- y convertir al Banco de España en una nueva extensión de Presidencia del Gobierno

En el documento publicado recientemente por el Banco de España sobre los retos de nuestra economía, se subraya la necesidad de recuperar la confianza en las instituciones, en caída libre desde que estallara la crisis financiera, como “determinante fundamental del crecimiento a largo plazo”. Hernández de Cos, en su carta de despedida del banco, no ocultó su preocupación por una tendencia que, en buena parte alimentada por un deprimente clima de confrontación política, confirma una realidad muy distinta a la que propaga el Gobierno: “España -escribe el ex gobernador- lleva más de una década sin conseguir converger de modo sostenido en renta per cápita con el resto de nuestros socios europeos. Revertir estas tendencias requerirá ambición y grandes acuerdos políticos”.

Hernández de Cos pincha el globo (el cohete) de la euforia gubernamental y Escrivá parece ser el elegido para reescribir un relato inoportuno y disgustoso que alerta sobre la existencia de nuevas bolsas de vulnerabilidad y el aumento de los ciudadanos en riesgo de pobreza o exclusión social. Una verdad incómoda y antagónica del argumentario del gobierno progresista. Con Escrivá no se busca el consenso, sino atar corto a los señores de la banca -todavía más corto- y convertir al Banco de España en una nueva extensión de Presidencia del Gobierno. ¿Quién nombra al gobernador? Pues ya estaría.

¿Puede un presidente al que le tumban la senda fiscal nombrar sin más apoyos que el de su santa voluntad al gobernador del Banco de España? Puede. Y salvo advertencia severa de Bruselas o Frankfurt, no hay duda de que lo intentará.