Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

  •  Confebask pide al lehendakari una ‘nueva mirada fiscal’ y adopta el muy atractivo concepto de ‘invertir en fiscalidad’

Con muy escasas excepciones, los encuentros entre el lehendakari y la patronal vasca suelen desarrollarse en un ambiente de sosiego y cordialidad. La regla se ha cumplido con todos los lehendakaris nacionalistas e incluso se aplica al lehendakari Patxi López, a quien en esa época le escuché un comentario que viene al caso. En un encuentro discreto con empresarios dijo que así como para Felipe González la gran sorpresa que tuvo cuando llegó a La Moncloa había sido la Guardia Civil, para él la sorpresa cuando llegó a Ajuria Enea se la habían proporcionado los empresarios vascos. Desde entonces ha pasado mucha agua debajo de los puentes o ha soplado mucho viento en los molinos, dicho sea en versión moderna y no sé si, arrastrado por la moda, habrá cambiado de opinión.

Eso está muy bien, es mucho mejor que los empresarios se entiendan y apoyen al lehendakari y colaboren con el Gobierno en la compleja tarea que tienen asignada de crear riqueza y generar empleo. Siempre es mejor tener un aliado que padecer a un enemigo. Pero la constancia en el tiempo de sus peticiones nos lleva a pensar que tras las bonitas palabras que adornan esos encuentros, y una vez apagadas las luces, cada uno vuelve a sus cosas y las peticiones empresariales se pierden en los cajones.

¿Cómo explicar que siempre pidan lo mismo? Y ya que estamos en ello, ¿qué piden los empresarios vascos? No me sorprende que empezasen por demandar una puesta en valor de la aportación empresarial a la sociedad. Eso es una cuestión capital que ha mejorado en los últimos tiempos -no era difícil, antes les extorsionaban, les secuestraban y les mataban-, pero no lo suficiente, ni mucho menos.

Lo cual no es culpa de los lehendakaris anteriores, ni de éste claro, pero todos podían haber hecho más e Imanol Pradales debería hacer mucho más. Luego viene el espinoso asunto de la escasez de personas que es otra cuestión que concierne a toda la sociedad, a la que debemos convertir en más amable y atractiva, para llegar por fin al más mediático capítulo de la fiscalidad.

Apagadas las luces, cada uno vuelve a sus cosas y las peticiones empresariales se pierden en los cajones

Tamara Yagüe ha modificado el discurso y lo ha mejorado. Ahora, los empresarios no hablan directamente de bajar la presión fiscal, sino de una «nueva mirada fiscal» y del muy atractivo concepto de «invertir en fiscalidad». ¿Qué quiere decir esto? Pues aquí hay un grupo muy numeroso de personas que solo pretenden aumentar la recaudación y proponen hacerlo a través de un incremento de la presión fiscal, para conseguir elevar el cociente de ingresos sobre PIB. Otros, ahora los empresarios vascos, piensan que la fiscalidad debe de estar al servicio de la actividad y del empleo, de tal manera que el aumento de la recaudación llegue a través del incremento de la base imponible -de esa mayor actividad y empleo-, y no de la subida de los tipos impositivos. Ardua tarea.

En su propio Gobierno, Imanol Pradales tiene muy cerca a Mikel Torres a quien le sorprende que los empresarios pidan una rebaja fiscal cuando tienen beneficios extras. Habría que pedirle más precisión en el concepto e informarle que el aumento de los beneficios ni es general, ni es algo malo cuando se usa para realizar inversiones, aumentar plantillas y/o pagar más impuestos. También le podíamos decir que a algunos nos sorprende que el sector público tan solo piense en subir impuestos cuando tiene recaudaciones extras y nunca reflexione sobre el gasto y su eficacia.

Habría que recordarle que el primer movimiento del nuevo Gobierno, el primero, fue crear cuatro nuevas consejerías. Algo que la ciudadanía no reclamaba porque no responde a ninguna urgencia o carencia social, sino a las meras conveniencias de los partidos en sus complejos repartos de poder. Los empresarios piden más. Piden la finalización del TAV, que acumula un retraso escandaloso e inexplicable y muestran su preocupación por otro asunto también escandaloso e inexplicable como es el del absentismo. Si de verdad hay espíritu de colaboración, tan solo falta pasar de las musas al teatro, que hay muchos espectadores deseando que empiece la función.