Chapu Apaolaza-ABC

  • La verdadera batalla cultural es la batalla estética

Voy por Sierra Morena sin cobertura, uno de los estados deseables a los que puede optar uno hoy en día. La falta de escucha de lo que sucede por el mundo ofrece un espacio anchísimo para nuevos temas de interés y así me concentro en el paso de los venados por los collados, la efervescencia de insectos devorándose a la luz de farol, los pájaros que pican los primeros higos, la sucesión de las digestiones después de las comidas, la charla con los amigos, la algarabía de los chicos en la piscina, etc. Solo así, recluido en el aislamiento proverbial de mi Españita interior, he podido evitarme la ceremonia de inauguración de los Juegos de París.

De lejos me llegan los ecos de algunas escenas polémicas que he revisitado a posteriori para saber si era para tanto. En un trasunto escénico de ‘La última cena’, un cantante con barba aparece rodeado de ‘dragqueens’, decapitadas y otras hierbas. Va pintado de azul y dicen que representa a Dionisos; yo advertía una referencia a Papá Pitufo, de la serie de dibujos francesa. Algunos comentaristas celebran el carácter antipatriótico y antitradicional de la escena. Yo no sé qué sentido tiene convertir una tradición como la de los Juegos en antitradicional. Lo antitradicional de verdad sería que no se celebraran y así quizás también nos ahorraríamos determinadas turras. La mayor ofensa de esta y otras partes de la ceremonia consiste en abandonar la búsqueda de la belleza y sustituirla por otra cosa grosera. Lo bello supone la cima de nuestra civilización, pero incomoda pues señala de manera natural la fealdad. La belleza exige y destapa lo feo. Esa es su ofensa y pretenden terminar con ella. La verdadera batalla cultural es la batalla estética y el día en que se pierda, se habrá terminado la civilización.

La alusión a ‘La última cena’ no termina de funcionar, pues no me ofende lo suficiente como cristiano. Al hombre al que seguimos lo insultaron, torturaron y crucificaron: a estas alturas, deberíamos estar acostumbrados. La organización relata que la escena, dionisiaca y azul, pretende llamar la atención sobre «lo absurdo de la violencia entre seres humanos» y creo que en sí ya parece una declaración del todo majadera. Es absurda la violencia que se ejerce sobre un ser humano, ¿pero la violencia que ejerce este para defenderse? ‘This is France’, tuiteaba Emmanuel Macron y ando pensando en el sentido que tenía que lo tuiteara en inglés. Me he acordado de que la penúltima vez que estuve en París hubo una pelea entre magrebíes y subsaharianos en una gasolinera y los magrebíes terminaron machacándole a uno de ellos la cabeza con un extintor. Vivió porque no le acertaron de lleno. Le dieron dos veces. Mi amigo y yo entramos a parar la pelea como pudimos. Era medianoche, solo queríamos comprar un cepillo de dientes y terminamos ensangrentados y encañonados por un gendarme que apareció de la nada evitando una matanza. Si al menos hubieran enviado al Dionisos pitufo de la ceremonia.