Manuel Montero-El Correo
- Nuestra vida pública ensalza al valiente y aspira al heroísmo en la política, el deporte y las tertulias de televisión, los pilares de la patria
Este país se tiene por valiente. Eso se deduce del gran peso argumental que se da al antónimo, la cobardía. A un político o a un partido le dicen miedoso y se revuelve, pues lo interpreta como calumnia, se tiene por aguerrido y cree que si le ven dubitativo perderá credibilidad. Nadie quiere cejar en esto. Nuestra vida pública ensalza al valiente y aspira al heroísmo en la política, el deporte y las tertulias de televisión, los pilares de la patria.
«Feijóo no tiene las ganas, ni la fuerza y la valentía de Sánchez», proclama una portavoz socialista -quizás particularmente pelota- y se queda tan fresca. Al mentar la valentía sabe que va bien. Zapatero asocia la amnistía con «la valentía de Sánchez». Nada más llegar, Pradales se comprometió a ser «valiente». Hay de todos.
¿El PNV admira la valentía? Ortuzar ve a Sánchez «enigmáticamente valiente», lo que debe de ser un elogio, pues para el jelkide no suelen existir los enigmas, todo lo suele tener claro, incluso antes de empezar las reflexiones profundas.
Habrá que concluir, por tanto, que nuestra democracia es de cosa de valientes, que la audacia es el valor compartido, o envidiado
Sin embargo… Lo aclaró Ambrose Bierce en el siglo XIX: «La audacia es una de las características más llamativas del hombre que está a salvo». En los peligros el valor se diluye. Aquí predominan las audacias sin riesgos. Audacias de segurolas. Gusta llamar a la lucha desde la barrera.
Los alardes heroicos que componen los telediarios suelen producirse con la corriente a favor. El Gobierno «tiene la audacia» de exhumar a Franco o a Queipo de Llano, dijeron en su momento, pero era audacia poco audaz, pues si había algún riesgo (que no lo había) lo sofocaba la propaganda. Aquí la valentía es valor contra enemigos imaginarios o inventados, ni siquiera molinos de viento. Se atreven a unos presupuestos desmesurados, suelen decir, pero este valor esconde furor ideológico o cálculos electorales. Es audacia de pega. ¿Qué querría decir Sánchez al reivindicar la «valentía de los indultos», ligándolo con el «amor a España»? Tal galimatías conceptual solo se explica por la necesidad de ennoblecer decisiones desatinadas. Lo llamas valor y ya no parece un horror.
Lo mismo sucede con las exhibiciones antiespañolas de los independentistas. Adoptan apariencia heroica, pero es valentía a beneficio de inventario. Insultan con la marea a favor. Y hay soliloquios heroicos, o así. 2021: Sánchez reivindica la «valentía» del PSOE y asegura que la independencia es algo «del siglo pasado»; 2023: la Generalitat pide «valentía» a Sánchez si quiere ser investido. Siempre valentía. Para una cosa y la contraria. No es el «audacia, más audacia, siempre audacia» que exigía a gritos Danton cuando lo llevaban a guillotinar. Aquí la audacia da en envoltorio de papel estraza para camuflar ocurrencias.
También la izquierdísima debe de considerar la valentía el no va más cuando Podemos exige «valentía» a Sánchez para reformas «ambiciosas», para frenar a la derecha, y le reprocha no tomar medidas valientes. Podía haber encontrado otra virtud para presionar (racional, conveniente, necesaria, igualitaria, progresista), pero elige la valentía. ¿Justificarán las medidas porque las encuentran valerosas, aunque sean regresivas o nocivas?
El despliegue rupturista/revolucionario adopta aire de audacia, como si estuviera en un ambiente represor. Audacia sobre la nada, porque el bravucón no tiene quien le conteste.
A veces hay amenazas a demócratas, hoy en nombre del futuro identitario catalán, o por presuntos antifascistas. Las enmascaran de audacia. Quienes las hacen, saben que quedarán impunes y que serán ensalzados por los suyos. La agresividad, que se dedica a insultar, se sentirá el colmo de la osadía, pero juega solo a ganancias, sin mayor preocupación que los ‘like/me gusta’ que reciba. Hay independentistas catalanes que escenifican su odio quemando banderas españolas con expresión heroica. Pura filfa: sobran sus rictus de valentía rabiosa. Navegan con el viento a favor.
La valentía expresiva, simbólica y agresiva recorre el país, pero es una audacia de ficción protegida por la masa, lo políticamente correcto o un vaporoso rupturismo mediático, que también actúa sobre seguro. Muchas campañas reiterativas contra presuntas fobias de consistencia sin probar se presentan como valientes. Sin duda hay que luchar contra el odio, la discriminación por razones de género o de peso corporal, pero cabe preguntarse si las campañas institucionales ‘stoplgtbifobia’, contra la ‘gordofobia’ y ‘contraaporofobia’, responden a fobias reales (¿hay estudios sobre ellas?). ¿O solo desean dar doctrina y conseguir subvenciones? Siempre se presentan como valientes, pero son a favor de la riada.
Nuestras audacias son de nivel bajo. Valentías a bajo coste.