Juan Van-Halen-EL DEBATE
  • Sánchez no denuncia la situación electoral venezolana. No lo ve. Pero su vicepresidente, esa intelectual llamada Yolanda Díaz, ha elogiado la victoria del pueblo de Venezuela. Tal cual

 

Sánchez está maduro para seguir el camino que planeó hace tiempo: mantener su poder personal. Su espejo es (y ha sido siempre) Venezuela. Allí la realidad da igual, lo que cuenta es el relato. Como en España. La OEA denunció la «aberrante manipulación» de las elecciones en Venezuela dentro de un «proceso sin garantías» y anunció que pediría a la Corte Penal Internacional el arresto de Maduro por el «baño de sangre en el país». Varias naciones americanas alzaron su voz para exigir transparencia a Maduro y que hiciera públicas las actas electorales mesa a mesa. No las falsificadas a toda prisa sino las autentificadas, pero parte de los que podrían dar fe de ellas están muertos o en la cárcel.

Mientras se sucedía la represión en las calles, Maduro expulsó a los embajadores de Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay por injerencia. México boicoteó en el seno del Consejo Permanente de la OEA una resolución para exigir la publicación de las actas y verificarlas «con observadores independientes». Se abstuvieron Brasil, Colombia y Bolivia. Natural, están en el mismo juego. En medio del caos callejero Estados Unidos reconoció a Edmundo González como ganador de las elecciones. Así está el panorama. Tengámoslo en cuenta en España. Hay no pocas posibilidades de que podría seguir ese camino. Venezuela es para España un ensayo general.

Sánchez no denuncia la situación electoral venezolana. No lo ve. Pero su vicepresidente, esa intelectual llamada Yolanda Díaz, ha elogiado la victoria del pueblo de Venezuela. Tal cual. Allí están el representante de Sánchez, Zapatero, y su ayudante de campo, Monedero, que ya llenó su idem en sus tiempos venezolanos. Zapatero se estará haciendo de oro, dicen que tiene hasta una mina. Monedero y él justifican todo lo que hace Maduro. Qué más se puede pedir; además leo que Venezuela proporciona clientes a una empresa familiar de los Zapatero.

¿Alguien piensa esta situación con cualquier otro expresidente europeo de izquierdas, Tony Blair o Lionel Jospin, por ejemplo? Impensable. Zapatero ha ido a hacer el payaso de cara al mundo mundial. Y desde luego lo ha conseguido. Más fango internacional para España, por si teníamos poco con el serial Sánchez-Begoña. Un personaje tan definido como Zapatero, iniciador nada menos que de la cuenta atrás para acabar con las reformas e iniciar la ruptura del edificio constitucional en España, merece toda la comprensión de los depredadores de democracias. Aquí y allá. No podía ser de otra manera.

Debemos preguntarnos cómo en esta etapa de España han coincidido en el poder tantos inmorales, escasos de neuronas, complacientes consigo mismos, vanidosos hasta la patología, y mentirosos sin descanso. El otro día Sánchez mantuvo una rueda de prensa programada como triunfal sin contestar a ninguna pregunta no favorable a su ego. A unos periodistas les acusó, desabridamente, eludiendo el fondo de las cuestiones, de no hacer preguntas sino ofrecer valoraciones, y a otros les llamó por sus nombres de pila y aceptó encantado sus valoraciones-masajes. Eran amiguetes o sobrecogedores.

Después de esa intervención aderezada de datos favorables, más allá de las consideraciones y cifras de la UE que conocemos por los medios, nada de nada: el vacío. La mentira sin límites. Para Sánchez nuestra economía es un cohete, pero la realidad de la calle entiende y padece que el cohete no pasa de petardo. Sánchez está acercándonos a la realidad venezolana. Por la vía lenta. Si tiras a una rana en un cubo con agua hirviendo salta y huye; si la sumerges en un cubo con agua que va calentándose poco a poco, la rana se confiará y habrá un punto de calor en el que no podrá abandonar el cubo. Es la nueva técnica del golpe de Estado, nada que ver con la reflejada por Curzio Malaparte, pero sí con la expuesta por los profesores de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Un golpe a fuego lento.

Unos enmascarados armados asaltaron la sede política de Corina Machado en Caracas; clara técnica de la intimidación; Maduro ya había amenazado de muerte a dirigentes opositores y al país con un «baño de sangre» si perdía las elecciones. En otras latitudes el poder amenaza a los jueces, se querella contra el juez que cumple su deber, porque están implicados familiares del mandamás, utiliza indebidamente a la Abogacía del Estado, y hasta el propio ministro de Justicia da la nota al ser parte de los ataques a la Judicatura… Pero la intimidación es la misma. En su día expresé dudas sobre la limpieza de las últimas elecciones generales. La oposición se mostró «alegre y confiada» como la ciudad en la obra de Jacinto Benavente, tranquila por confiar en unos dirigentes que la hunden.

Con la imposición del cupo catalán, inconstitucional, que rompe el principio de igualdad de todos los españoles y el acoso al juez Peinado, todo sin consultar a su partido, Sánchez demuestra que está ya maduro. Y la guinda: que Pumpido presione al CGPJ para que coloquen en la presidencia a una amiga de su mujer. La oposición, supongo, de vacaciones. Siempre mejorando.